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El 'Vatican Information Service' (VIS) es un boletín informativo de la Oficina de Prensa Santa Sede. Transmite diariamente información sobre la actividad magisterial y pastoral del Santo Padre y de la Curia Romana... []

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miércoles, 8 de abril de 2015

¿Qué le contarán a Dios de nosotros los ángeles de los niños?


Ciudad del Vaticano, 8 abril 2015 (VIS).- El Santo Padre ha reanudado la celebración de la Audiencia General de los miércoles en la Plaza de San Pedro. Continuando el ciclo de catequesis dedicado a la familia, hoy ha completado la reflexión sobre los niños, ''el fruto más bonito de la bendición que el Creador ha dado al hombre y a la mujer'', y se ha centrado en las ''historias de pasión'' que por desgracia viven muchos de ellos. ''Muchos niños -ha dicho- desde el principio son rechazados, abandonados, despojados de su infancia y su futuro. Hay quien se atreve a decir, casi en tono de disculpa, que traerlos al mundo fue un error. ¡Esto es vergonzoso! ¡No descarguemos en los niños nuestros pecados, por favor! ¡Los niños nunca son "un error"!''

''Los que tienen la tarea de gobernar, educar, incluso yo diría que todos los adultos, -ha continuado- somos responsables de los niños y de hacer todo lo posible para cambiar esta situación. Me refiero a la pasión de los niños. Cada niño marginado, abandonado, que vive en las calles mendigando, con todo tipo de trucos, sin escuela, sin atención médica, es un grito que se eleva a Dios y que acusa al sistema que hemos construido... Pero ninguno de estos niños es olvidado por el Padre que está en los cielos. Ninguna de sus lágrimas es en vano. Cómo tampoco debemos olvidar nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las personas y de los países''.

Francisco ha recordado cómo Jesús pidió a los apóstoles que dejaran a los niños acercarse a Él, y ha destacado que ''gracias a Dios, los niños con graves dificultades tienen a menudo padres extraordinarios, listos para sacrificarse y ser generosos en todo momento. Pero a estos padres -ha añadido- no hay que dejarlos solos. Debemos acompañarlos en su esfuerzo, y también ofrecerles momentos de alegría compartida y alegría despreocupada, para que no sólo estén sumidos en la rutina terapéutica''. El Papa ha mencionado también cómo a menudo los niños sufren los efectos de vidas desgastadas por trabajos precarios y mal pagados, por horarios insostenibles, uniones inmaduras y separaciones irresponsables. ''A menudo sufren violencias que no son capaces de superar, y ante los ojos de los adultos se ven obligados a acostumbrarse a la degradación''.

''Con los niños no se bromea'' -ha remarcado el Pontífice diciendo que tanto ahora como en el pasado, la Iglesia ofrece su maternidad al servicio de los niños y de las familias, defendiendo siempre sus derechos. ''Sería muy bonito -ha continuado- tener una sociedad que cuando se trata de los niños, tuviera claro que ningún sacrificio de los adultos es demasiado grande al fin de evitar que cualquier pequeño piense que ha sido un error, que no valen nada o que se sienta abandonado por la prepotencia de los mayores''...''El Señor -finalizó- juzga nuestra vida escuchando aquello que le cuentan los ángeles de los niños. Preguntémonos siempre ¿qué le contarán a Dios de nosotros estos ángeles de los niños?''.

Francisco elogia la figura del fallecido cardenal Jean-Claude Turcotte


Ciudad del Vaticano, 8 de abril 2015.– El Papa Francisco ha enviado un telegrama de pésame al arzobispo de Montréal (Canadá), Christian Lepine, con motivo del fallecimiento, a los 78 años, del cardenal Jean-Claude Turcotte, arzobispo emérito de esa ciudad. El Santo Padre manifiesta su emoción por la muerte del purpurado y transmite sus condolencias a su familia y a sus antiguos diocesanos. ''En este tiempo en que celebramos la resurrección del Señor -escribe- pido que acoja en la luz de la vida eterna a este pastor fiel que sirvió con devoción a la Iglesia, no solamente en su diócesis sino también en ámbito nacional como Presidente de la Conferencia Episcopal de Canadá, siendo al mismo tiempo un miembro muy acreditado de diversos dicasterios romanos''.


El Papa define al cardenal fallecido como un ''pastor entregado y atento a los desafíos de la Iglesia contemporánea'' y recuerda su participación en el Sínodo de los Obispos de 1994 dedicado a ''La vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo'', así como su papel clave en el Sinodo de 1997 sobre América. Francisco envía también una bendición apostólica especial a la familia y parientes del difunto, a sus parroquianos y a todos los que participen en los funerales.

Especial Semana Santa

Jueves Santo: ''Las tareas de los sacerdotes implican la capacidad de compasión''


Ciudad del Vaticano, 2 de abril 2015 (VIS).-Esta mañana, a las 9,30 en la basílica de San Pedro, el Papa Francisco ha presidido la Santa Misa del Crisma, liturgia que se celebra hoy, Jueves Santo en todas las iglesias catedrales. Han concelebrado con el Santo Padre los cardenales, obispos y presbíteros (diocesanos y religiosos) presentes en Roma.

Durante la celebración eucarística, los sacerdotes han renovado las promesas hechas durante su ordenación y, a continuación, se han bendecido el aceite para los enfermos, el de los catecúmenos y el del crisma.

Publicamos a continuación la homilía pronunciada por el Santo Padre.

''Lo sostendrá mi mano y le dará fortaleza mi brazo'', así piensa el Señor cuando dice para sí: ''He encontrado a David mi servidor y con mi aceite santo lo he ungido''. Así piensa nuestro Padre cada vez que ''encuentra'' a un sacerdote. Y agrega más: ''Contará con mi amor y mi lealtad. Él me podrá decir: Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva'' .

Es muy hermoso entrar, con el Salmista, en este soliloquio de nuestro Dios. Él habla de nosotros, sus sacerdotes, sus curas; pero no es realmente un soliloquio, no habla solo: es el Padre que le dice a Jesús: ''Tus amigos, los que te aman, me podrán decir de una manera especial: ”Tú eres mi Padre”'' . Y, si el Señor piensa y se preocupa tanto en cómo podrá ayudarnos, es porque sabe que la tarea de ungir al pueblo fiel es dura; nos lleva al cansancio y a la fatiga. Lo experimentamos en todas sus formas: desde el cansancio habitual de la tarea apostólica cotidiana hasta el de la enfermedad y la muerte e incluso a la consumación en el martirio.

El cansancio de los sacerdotes... ¿Sabéis cuántas veces pienso en esto: en el cansancio de todos vosotros? Pienso mucho y ruego a menudo, especialmente cuando el cansado soy yo. Rezo por los que trabajais en medio del pueblo fiel de Dios que les fue confiado, y muchos en lugares muy abandonados y peligrosos. Y nuestro cansancio, queridos sacerdotes, es como el incienso que sube silenciosamente al cielo.Nuestro cansancio va directo al corazón del Padre.

Estén seguros que la Virgen María se da cuenta de este cansancio y se lo hace notar enseguida al Señor. Ella, como Madre, sabe comprender cuándo sus hijos están cansados y no se fija en nada más. ''Bienvenido. Descansa, hijo mío. Después hablaremos... ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?'', nos dirá siempre que nos acerquemos a Ella . Y a su Hijo le dirá, como en Caná: ''No tienen vino''.

Sucede también que, cuando sentimos el peso del trabajo pastoral, nos puede venir la tentación de descansar de cualquier manera, como si el descanso no fuera una cosa de Dios. No caigamos en esta tentación. Nuestra fatiga es preciosa a los ojos de Jesús, que nos acoge y nos pone de pie: ''Venid a mí cuando estéis cansados y agobiados, que yo os aliviaré'' . Cuando uno sabe que, muerto de cansancio, puede postrarse en adoración, decir: ''Basta por hoy, Señor'', y claudicar ante el Padre; uno sabe también que no se hunde sino que se renueva porque, al que ha ungido con óleo de alegría al pueblo fiel de Dios, el Señor también lo unge, ''le cambia su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría, su abatimiento en cánticos''.

Tengamos bien presente que una clave de la fecundidad sacerdotal está en el modo como descansamos y en cómo sentimos que el Señor trata nuestro cansancio. ¡Qué difícil es aprender a descansar! En esto se juega nuestra confianza y nuestro recordar que también somos ovejas. Pueden ayudarnos algunas preguntas a este respecto.

¿Sé descansar recibiendo el amor, la gratitud y todo el cariño que me da el pueblo fiel de Dios? O, luego del trabajo pastoral, ¿busco descansos más refinados, no los de los pobres sino los que ofrece el mundo del consumo? ¿El Espíritu Santo es verdaderamente para mí ''descanso en el trabajo'' o sólo aquel que me da trabajo? ¿Sé pedir ayuda a algún sacerdote sabio? ¿Sé descansar de mí mismo, de mi auto-exigencia, de mi auto-complacencia, de mi auto-referencialidad? ¿Sé conversar con Jesús, con el Padre, con la Virgen y San José, con mis santos protectores amigos para reposarme en sus exigencias -que son suaves y ligeras-, en sus complacencias -a ellos les agrada estar en mi compañía-, en sus intereses y referencias -a ellos sólo les interesa la mayor gloria de Dios-? ¿Sé descansar de mis enemigos bajo la protección del Señor? ¿Argumento y maquino yo solo, rumiando una y otra vez mi defensa, o me confío al Espíritu que me enseña lo que tengo que decir en cada ocasión? ¿Me preocupo y me angustio excesivamente o, como Pablo, encuentro descanso diciendo: ''Sé en Quién me he confiado''?.

Repasemos un momento las tareas de los sacerdotes que hoy nos proclama la liturgia: llevar a los pobres la Buena Nueva, anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. E Isaías agrega: curar a los de corazón quebrantado y consolar a los afligidos.

No son tareas fáciles, exteriores, como por ejemplo el manejo de cosas -construir un nuevo salón parroquial, o delinear una cancha de fútbol para los jóvenes del Oratorio... -; las tareas mencionadas por Jesús implican nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro corazón es ''movido'' y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido... Tantas emociones, tanto afecto, fatigan el corazón del Pastor. Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, y es conmovido y hasta parece comido por la gente: ''Tomad, comed''. Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: ''Tomad y comed, tomad y bebed...''. Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios... que siempre cansa.

Quisiera ahora compartir con vosotros algunos cansancios en los que he meditado. Está el que podemos llamar ''el cansancio de la gente, de las multitudes'': para el Señor, como para nosotros, era agotador -lo dice el evangelio-, pero es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría. La gente que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se entusiasmaban con el Rabí..., no le dejaban tiempo ni para comer. Pero el Señor no se hastiaba de estar con la gente. Al contrario, parecía que se renovaba. Este cansancio en medio de nuestra actividad suele ser una gracia que está al alcance de la mano de todos nosotros, sacerdote. iQué bueno es esto: la gente ama, quiere y necesita a sus pastores! El pueblo fiel no nos deja sin tarea directa, salvo que uno se esconda en una oficina o ande por la ciudad en un auto con vidrios polarizados. Y este cansancio es bueno, es sano. Es el cansancio del sacerdote con olor a oveja..., pero con sonrisa de papá que contempla a sus hijos o a sus nietos pequeños. Nada que ver con esos que huelen a perfume caro y te miran de lejos y desde arriba. Somos los amigos del Novio, esa es nuestra alegría. Si Jesús está pastoreando en medio de nosotros, no podemos ser pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos. Olor a oveja y sonrisa de padres... Sí, bien cansados, pero con la alegría de los que escuchan a su Señor decir: ''Venid a mí, benditos de mi Padre''.

También se da lo que podemos llamar ''el cansancio de los enemigos''. El demonio y sus secuaces no duermen y, como sus oídos no soportan la Palabra, trabajan incansablemente para acallada o tergiversarla. Aquí el cansancio de enfrentarlos es más arduo. No sólo se trata de hacer el bien, con toda la fatiga que conlleva, sino que hay que defender al rebaño y defenderse uno mismo contra el mal. El maligno es más astuto que nosotros y es capaz de tirar abajo en un momento lo que construimos con paciencia durante largo tiempo. Aquí necesitamos pedir la gracia de aprender a neutralizar: neutralizar el mal, no arrancar la cizaña, no pretender defender como superhombres lo que sólo el Señor tiene que defender. Todo esto ayuda a no bajar los brazos ante la espesura de la iniquidad, ante la burla de los malvados. La palabra del Señor para estas situaciones de cansancio es: ''No temáis, yo he vencido al mundo''.

Y por último -para que esta homilia no os canse- está también ''el cansancio de uno mismo'' . Es quizás el más peligroso. Porque los otros dos provienen de estar expuestos, de salir de nosotros mismos a ungir y a pelear (somos los que cuidamos). Este cansancio, en cambio, es más auto-referencial; es la desilusión de uno mismo pero no mirada de frente, con la serena alegría del que se descubre pecador y necesitado de perdón: este pide ayuda y va adelante. Se trata del cansancio que da el ''querer y no querer'', el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto, el jugar con la ilusión de ser otra cosa. A este cansancio, me gusta llamarlo ''coquetear con la mundanidad espiritual''. Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Aquí sí puede haber cansancio malo. La palabra del Apocalipsis nos indica la causa de este cansancio: ''Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor'' . Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa y, a la larga, cansa mal.

La imagen más honda y misteriosa de cómo trata el Señor nuestro cansancio pastoral es aquella del que ''habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo'': la escena del lavatorio de los pies. Me gusta contemplarla como el lavatorio del seguimiento. El Señor purifica el seguimiento mismo, él se ''involucra'' con nosotros se encarga en persona de limpiar toda mancha, ese mundano smog untuoso que se nos pegó en el camino que hemos hecho en su nombre.

Sabemos que en los pies se puede ver cómo anda todo nuestro cuerpo. En el modo de seguir al Señor se expresa cómo anda nuestro corazón. Las llagas de los pies, las torceduras y el cansancio son signo de cómo lo hemos seguido, por qué caminos nos metimos buscando a sus ovejas perdidas, tratando de llevar el rebaño a las verdes praderas y a las fuentes tranquilas. El Señor nos lava y purifica de todo lo que se ha acumulado en nuestros pies por seguirlo. Eso es sagrado. No permite que quede manchado. Así como las heridas de guerra él las besa, la suciedad del trabajo él la lava.


El seguimiento de Jesús es lavado por el mismo Señor para que nos sintamos con derecho a estar ''alegres'', ''plenos'', ''sin temores ni culpas'' y nos animemos así a salir e ir ''hasta los confines del mundo, a todas las periferias'', a llevar esta buena noticia a los más abandonados, sabiendo que él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo. Y sepamos aprender a estar cansados, pero ibien cansados!''.

El Papa lava los pies a doce reclusos y reclusas de la cárcel de Rebibbia


Ciudad del Vaticano, 2 abril 2015 (VIS).- El Papa Francisco celebró esta tarde la Santa Misa ''in Coena Domini'', (en la Cena del Señor) en el penitenciario romano de Rebibbia. En el patio interior de la cárcel saludó a las autoridades, al personal y a un grupo de detenidos y poco antes de las 18,00 presidió en la iglesia ''Padre Nuestro'' del Nuevo Complejo de esa institución, la celebración de la Santa Misa que da inicio al Triduo Pascual. En el curso del rito lavó los pies a doce detenidos, seis hombres y seis mujeres del cercano penitenciario femenino.

En su homilía, improvisada, el Papa recordó que en un jueves como éste Jesús estaba en la mesa con sus discípulos, celebrando la fiesta de la Pascua. ''Y el pasaje del Evangelio que escuchamos -dijo- contiene una frase que es realmente la clave de lo que Jesús hizo por todos nosotros: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo". Jesús nos ha amado. Jesús nos ama. Sin límites, siempre, hasta el final.... Y cada uno de nosotros puede decir: "Él dio su vida por mí."...Por cada uno... con nombre y apellido. Su amor es así: personal. El amor de Jesús nunca decepciona, porque Él no se cansa de amar, como no se cansa de perdonar, no se cansa de abrazarnos. Esto es lo primero que quería deciros: Jesús nos ha amado, a cada uno de nosotros, hasta el final''.

''Y después -explicó Francisco- hace algo que los discípulos no entienden: lavar los pies. En aquella época, esto era una costumbre, porque la gente cuando llegaba a las casas, tenía los pies sucios de polvo del camino... Pero esto no lo hacía el dueño de la casa. Era un trabajo de esclavos. Y Jesús, como un esclavo, lava nuestros pies, los pies de los discípulos, y por esto dice a Pedro: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora, lo entenderás después". Tanto es el amor de Jesús que se ha convertido en un esclavo para servirnos, para sanarnos, para limpiarnos''.

''Y hoy, en esta Misa, la Iglesia quiere que el sacerdote lave los pies a doce personas, en memoria de los Doce Apóstoles. Pero en nuestros corazones debemos estar seguros, de que el Señor, cuando nos lava los pies, nos lava del todo, nos purifica, nos hace sentir de nuevo su amor. En la Biblia hay una frase muy hermosa del profeta Isaías: "¿Puede una madre olvidar a su hijo? Pero aunque una madre se olvidase de su hijo, Yo nunca me olvidaré de ti ". Así es el amor de Dios por nosotros''.


''Y ahora -concluyó- voy a lavar los pies a doce de vosotros, pero en estos hermanos y hermanas estáis todos. Todos los que viven aquí. Vosotros los representáis. Pero yo también necesito ser lavado por el Señor, y por esto rezad por mí durante esta Misa, para que el Señor lave también mis suciedades, para que yo me vuelva más esclavo de vosotros, más esclavo al servicio de la gente, como lo fue Jesús''.

Viernes Santo: En el Cristo abandonado vemos a todos los abandonados del mundo


Ciudad del Vaticano, 3 de abril 2015 (VIS).-Hoy, Viernes Santo, a las 21,15 el Papa Francisco ha presidido en el Coliseo el Via Crucis en que, a la luz de las velas y antorchas participan todos los años miles de fieles que acompañan el camino de Cristo hacia la cruz. Desde la terraza del Palatino, el Santo Padre ha escuchado las reflexiones que acompañaban a cada una de las catorce estaciones, en las que la constante era la referencia al don de estar custodiados por el amor de Dios, en particular de Jesús crucificado, y la tarea de ser, a nuestra vez, custodios de la entera creación, sobre todo de las personas más pobres y de los marginados. Se ha meditado sobre los hombres y mujeres perseguidos y martirizados por ser creyentes o estar comprometidos en favor de la justicia y la paz, sobre la familia, sobre la condición de las mujeres, el tráfico de seres humanos y la violencia de todo tipo contra los niños.

Han llevado la cruz, a lo largo de las catorce estaciones, el cardenal arzobispo de Roma, Agostino Vallini, una familia numerosa, otra con hijos adoptivos, dos enfermos, ciudadanos de Iraq, Siria, Nigeria, Egipto, China, religiosas de institutos seculares y de Nuestra Señora de la Piedad en América Latina y dos custodios de Tierra Santa.

Al final, el Papa ha rezado esta oración:
''Oh Cristo crucificado y victorioso, tu Via Crucis es la síntesis de tu vida; es el icono de tu obediencia a la voluntad del Padre; es la realización de su amor infinito por nosotros los pecadores; es la prueba de tu misión; es el cumplimiento definitivo de la revelación y la historia de la salvación. El peso de tu cruz nos libera de todas nuestras cargas''.

''En tu obediencia a la voluntad del Padre, nos damos cuenta de nuestra rebelión y desobediencia. En tí, vendido, traicionado y crucificado por tu gente y tus seres queridos, vemos nuestras traiciones diarias y nuestra infidelidad habitual. En tu inocencia, Cordero inmaculado, vemos nuestra culpa. En tu rostro abofeteado, escupido y desfigurado, vemos toda la brutalidad de nuestros pecados. En la crueldad de tu Pasión, vemos la crueldad de nuestros corazones y nuestras acciones. En tu sentirte "abandonado", vemos a todos los abandonados por sus familias, por la sociedad, por la atención y la solidaridad. En tu cuerpo desnudo, desgarrado y destrozado, vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados a lo largo de las carreteras, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra indiferencia. En tu sed, Señor, vemos la sed de tu Padre misericordioso que en Tí quiso abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. En ti, amor divino, vemos hoy a nuestros hermanos todavía perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en ti, ante nuestros ojos, o con frecuencia con nuestro silencio cómplice''.


''Graba, Señor, en nuestros corazones sentimientos de fe y esperanza, de caridad, de dolor de nuestros pecados y llévanos a arrepentirnos de nuestros pecados que te han crucificado. Llévanos a transformar nuestra conversión, hecha de palabras, en conversión de vida y de obras. Llévanos a custodiar en nosotros un vivo recuerdo de tu rostro desfigurado, a no olvidar el terrible precio que pagaste para liberarnos. Jesús crucificado, fortalece en nosotros la fe que no se derrumba ante las tentaciones; reaviva en nosotros la esperanza, que no se extravíe siguiendo las seducciones del mundo; guarda en nosotros la caridad que no se deje engañar por la corrupción y la mundanidad. Enséñanos que la Cruz es el camino a la resurrección. Enséñanos que el Viernes Santo es camino hacia la pascua de luz; enséñanos que Dios nunca olvida a ninguno de sus hijos y no se cansa nunca de perdonarnos y abrazarnos con su infinita misericordia. Pero enséñanos también a no cansarnos de pedir perdón y de creer en la misericordia infinita del Padre''.

Vigilia pascual: Aprender de las discípulas de Jesús a entrar en el misterio


Ciudad del Vaticano, 4 de abril 2015 (VIS).--La solemne Vigilia de Pascua ha comenzado esta noche a las 20,30 en la basílica de San Pedro. El Papa Francisco ha presidido los ritos que comienzan con la bendición del fuego, en la entrada de la basílica, y la preparación del cirio pascual y prosiguen con la procesión hacia el altar mayor, con el cirio ya encendido, el canto del Exsultet y la Liturgia de la Palabra. En el curso de la ceremonia ha administrado los sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y Primera Comunión) a diez personas procedentes de Italia, Portugal, Albania, Kenya y Camboya.

Después de la proclamación del Evangelio, el Obispo de Roma pronunció una homilía en la que recordó que fueron las mujeres las primeras que entraron en el sepulcro vacío e invitó a todos a aprender de estas discípulas de Jesús a no perder ni la fe ni la esperanza.

''Esta noche es noche de vigilia -dijo- El Señor no duerme, vela el guardián de su pueblo, para sacarlo de la esclavitud y para abrirle el camino de la libertad. El Señor vela y, con la fuerza de su amor, hace pasar al pueblo a través del Mar Rojo; y hace pasar a Jesús a través del abismo de la muerte y de los infiernos.

Esta fue una noche de vela para los discípulos y las discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: ''¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...''. Pero he aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta.

''Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco''. Las mujeres fueron las primeras que vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar. ''Entraron en el sepulcro''. En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos en reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor. No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más.

''Entrar en el misterio'' significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla. Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes... Entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón.

Para entrar en el misterio se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías... adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio.

Todo esto nos enseñan las mujeres discípulas de Jesús. Velaron aquella noche, junto la Madre. Y ella, la Virgen Madre, las ayudó a no perder la fe y la esperanza. Así, no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor. Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida''.

Domingo de Resurrección: A todos llegue la voz consoladora y curativa del Señor


Ciudad del Vaticano, 5 abril 2015 (VIS).- A las 10.15 horas de hoy, domingo de Pascua, el Santo Padre Francisco celebró en la Plaza de San Pedro -adornada con 40.000 plantas y flores (tulipanes, narcisos, jacintos), sobre todo con los colores del Vaticano, blanco y amarillo, regalo de los floristas holandeses- la solemne Misa de la Resurrección del Señor. En la celebración, que comenzó con el ritual del "Resurrexit" -la apertura de un icono del Resucitado, situado junto al altar papal- participaron, a pesar del frío y la lluvia, más de 50.000 fieles de todo el mundo, a los que Francisco agradeció su presencia.

El Papa no pronunció ninguna homilía, ya que después de la misa, a las 12, leyó el mensaje de Pascua y dió la bendición "Urbi et Orbi" desde el balcón central de la basílica vaticana. El Santo Padre se dirigió a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro y a todos los que seguían el acto por la radio y la televisión, y pronunció el pregón pascual en el que pidió que el mundo no se someta a los traficantes de armas y recordó las tragedias de Yemen, Libia, Siria e Iraq, la persecución de los cristianos en esos y otros países, los conflictos en Tierra Santa y la guerra en Ucrania. También imploró por la paz en Nigeria, Sudán del Sur, y la República del Congo y no olvidó a los pobres, los presos y los emigrantes, tan a menudo despreciados y rechazados. Después impartió la bendición "Urbi et Orbi", a la Urbe y al Orbe.

''Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua!,¡Jesucristo ha resucitado! -exclamó el Santo Padre- El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad. Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor. Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla puede ir hacia los ''bienes de allá arriba'', a Dios . El orgulloso mira ''desde arriba hacia abajo'', el humilde, ''desde abajo hacia arriba''.

La mañana de Pascua, Pedro y Juan, advertidos por las mujeres, corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se ''inclinaron'' para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que ''inclinarse'', abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino. El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos. Esto no es debilidad, sino auténtica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.

Imploremos hoy al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo, y que son tantas. Roguemos ante todo por la amada Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados.

Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.

Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población. Al mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor, que es tan misericordioso, el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno. Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida -y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia-, los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos.

Que la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes implicadas. Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas, que se enriquecen con la sangre de hombres y mujeres.


Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora y curativa del Señor Jesús: ''Paz a vosotros''. ''No temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros''.

Regina Coeli: ¡Cristo ha resucitado! Repitámoslo con nuestro testimonio de vida


Ciudad del Vaticano, 6 abril 2015 (VIS).-A mediodía, hoy Lunes de Pascua, el Santo Padre se asomó a la ventana de su estudio para rezar con los miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro el Regina Coeli, -la oración que en el tiempo pascual sustituye al Ángelus-. Antes de la oración mariana, habló del Evangelio del día, y mencionó cómo el ángel anuncia a las mujeres en el sepulcro que Jesús ha resucitado y les pide que lleven a los discípulos la noticia para que se desplacen a Galilea donde encontrarán al Mesías. ''También hoy -dijo- Él está con nosotros, aquí en la plaza''.

El Papa recordó que este es el anuncio que la Iglesia repite desde sus primeros días: ''Cristo ha resucitado... Esta es la buena nueva que estamos llamados a llevar a los demás en cualquier ambiente, animados por Espíritu Santo. La fe en la resurrección de Jesús y la esperanza que Él nos ha traído es el mejor regalo que el cristiano puede y debe ofrecer a los hermanos... Cristo ha resucitado, repitámoslo con las palabras pero sobre todo con nuestro testimonio de vida''.

''Proclamamos la resurrección de Cristo, cuando su luz ilumina los momentos oscuros de nuestras vidas y podemos compartirlo con los demás; cuándo sabemos sonreír con los que sonríen y llorar con los que lloran; cuando caminamos junto a los que están tristes y pueden perder la esperanza; cuando contamos nuestra experiencia de fe a aquellos que buscan sentido y felicidad. Con nuestro comportamiento, con nuestro testimonio, con nuestra vida decimos: ¡Jesús ha resucitado! Lo decimos con toda nuestro alma... La Pascua -añadió- es el evento que aportó la novedad radical a todo ser humano, para la historia y para el mundo: es el triunfo de la vida sobre la muerte; es la fiesta del despertar y la regeneración. ¡Dejemos que nuestras vidas sean conquistadas y transformadas por la Resurrección!''.

El Papa animó a los presentes a pedir a la Virgen María que ''aumente en nosotros la alegría pascual'', y tras el rezo del Regina Caeli, les saludó deseándoles una buena Pascua y animándoles a leer todos los días una parte del Evangelio. Además dedicó unas palabras a la delegación del Movimiento Shalom que ha finalizado la última etapa de su acción de solidaridad para crear conciencia sobre la persecución de los cristianos en el mundo. ''Vuestro itinerario por las calles ha terminado -les ha dicho- pero debe continuar por el camino espiritual de oración intensa, de participación concreta y ayuda tangible en la defensa y protección de nuestros hermanos y hermanas perseguidos, exiliados, asesinados, decapitados sólo por el hecho de ser cristianos. Ellos son nuestros mártires hoy, y hay muchos; podemos decir que son más numerosos que en los primeros siglos''.


Junto a estas palabras, Francisco lanzó un llamamiento a la comunidad internacional para que ''no asista muda e inerte a este crimen inaceptable, que es una deriva preocupante de los derechos humanos más básicos. Espero sinceramente que la comunidad internacional no dirija la mirada hacia otro lado''.

Telegrama del Papa por la masacre en el campus universitario de Garissa


Ciudad del Vaticano, 3 de abril 2015 (Vis).- El cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, ha enviado un telegrama de pésame, en nombre del Santo Padre, al cardenal John Njue, arzobispo de Nairobi (Nigeria), por las víctimas de la masacre que tuvo lugar ayer en el campus universitario de Garissa y ha provocado la muerte de 147 estudiantes además de numerosos heridos.


''El Santo Padre, profundamente entristecido por la inmensa y trágica pérdida de vidas causada por el reciente ataque al University College de Garissa -dice el texto- asegura sus oraciones y su cercanía espiritual a las familias de las víctimas y a todos los kenianos en este momento doloroso. Encomienda las almas de los difuntos a la misericordia infinita de Dios Todopoderoso, y reza para que todos los que los lloran sean consolados en su pérdida. Su Santidad, en unión con todas las personas de buena voluntad de todo el mundo condena este acto de brutalidad insensata y reza para que cambien los corazones de sus autores. También hace un llamamiento a todas las autoridades a redoblar sus esfuerzos y trabajar con todos los hombres y mujeres en Kenia para poner fin a esta violencia y acelerar el amanecer de una nueva era de fraternidad justicia y paz''.

Actos Pontificios


Ciudad del Vaticano, 8 de abril 2015 (VIS).-El Santo Padre aceptó la renuncia del arzobispo Octavio Villegas Aguilar al oficio de auxiliar de la archidiócesis de Morelia (México) por límite de edad.

El martes, 7 de abril, el Santo Padre nombró:

-Padre Ernesto José Romero Rivas OFM Cap, como vicario apostólico de Tucupita (superficie 40.200, población 167.676, católicos 120.000, sacerdotes 8, religiosos 20) en Venezuela. El obispo electo nació en Machiques, Venezuela, en 1960, pronunció los votos solemnes y fue ordenado sacerdote en 1990. Es Licenciado en Catequética por la Universidad Pontificia Salesiana de Roma. En su ministerio pastoral ha sido entre otros, administrador parroquial en Tucupita, maestro de post-novicios, vicario, consejero y consejero vice-provincial, superior, párroco, ecónomo y rector de los Hermanos Menores Capuchinos en Venezuela, de los que ha sido también ministro vice-provincial. Actualmente era pro-vicario de Tucupita y párroco de San José.


-Reverendo Vincent Aind como obispo de Bagdogra (superficie 1.200, población 1.015.000, católicos 54.301, sacerdotes 58, religiosos 185) en India. El obispo electo nació en 1955 en Kalchini (India) y fue ordenado sacerdote en 1984. Es Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana y en su ministerio pastoral ha sido entre otros, vicario y párroco en la diócesis de Jalpaiguri; lector, director espiritual, recotr y decano del seminario regional de Estrella de la Mañana en Barrackpore y principal del Colegio del mismo nombre. Actualmente es consultor diocesano y miembro del consejo de asuntos económicos de la diócesis de Jalpaiguri y secretario regional de la Comisión para el Clero, los Religiosos y los Seminarios de la Conferencia Episcopal Regional de Bengala Occidental.
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