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El 'Vatican Information Service' (VIS) es un boletín informativo de la Oficina de Prensa Santa Sede. Transmite diariamente información sobre la actividad magisterial y pastoral del Santo Padre y de la Curia Romana... []

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jueves, 12 de diciembre de 2013

LA TRATA DE PERSONAS ES UN CRIMEN CONTRA LA HUMANIDAD, DENUNCIA EL PAPA EN SU DISCURSO ANTE LOS REPRESENTANTES DIPLOMÁTICOS


Ciudad del Vaticano, 12 diciembre 2013 (VIS).-La trata de seres humanos, una verdadera forma de esclavitud , que afecta a todos los países, incluso a los más desarrollados, ha sido el tema elegido por el Papa en su discurso a 16 nuevos embajadores y un representante diplomático no residentes ante la Santa Sede. Se trata de los embajadores de Argelia (Boudjemaa Delmi), Islandia (Martin Eyjolfsson), Dinamarca (Lars Vissing) Lesotho (Lineo Lydia Khechane Ntoane),Sierrra Leona (Ibrahim Sorie), Cabo Verde (Emanuel Antero García da Veiga), Burundi (Edouard Bizimana), Malta (George Gregory Buttigieg), Suecia (Lars-Hjalmar Wide), Pakistán (Aman Rashid), Zambia (Paul William Lumbi), Noruega (Thomas Hauff), Kuwait Bader Saleh Al -Tunaib), Burkina Faso (Yemdaogo Eric Tiare), Uganda (Marcel R. Tibaleka) y Jordania (Makram Mustafa Al Queisi) y el representante diplomático de Palestina (Isa Jamil Kassissieh).

El Santo Padre ha tenido palabras para las múltiples iniciativas de la comunidad internacional para promover la paz, el diálogo, las relaciones culturales, políticas y económicas y el socorro a las poblaciones afectadas por dificultades de diverso tipo y, a continuación, ha retomado la cuestión de la trata de personas que “afecta a los más vulnerables de la sociedad :las mujeres, los niños y niñas , los discapacitados , los más pobres y los que provienen de situaciones de desintegración familiar y social”.

En ellos, de manera especial - ha recalcado- nosotros, los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo, que se ha identificado con los más pequeños y los más necesitados. Otros, que no se refieren a una fe religiosa, en nombre de la humanidad común comparten la compasión por sus sufrimientos , con el compromiso de liberarlos y curar sus heridas . Juntos podemos y debemos luchar para que se les libere y se ponga fin a este horrible comercio”.

Francisco ha recordado que se habla de millones de víctimas de trabajo forzoso, de trata de personas con fines de explotación laboral y sexual y ha exclamado : “Esto no puede continuar : es una grave violación de los derechos humanos de las víctimas y una afrenta a su dignidad, además de una derrota para la comunidad mundial. Todas las personas de buena voluntad, sea que profesen una religión o que no lo hagan, no pueden permitir que estas mujeres, estos hombres, estos niños sean tratados como objetos, engañados, violados, a menudo vendidos y revendidos, con diferentes fines y, al final. asesinados, o de cualquier formas, dañados en el cuerpo y la mente, y por fin, desechados y abandonados. Es una vergüenza”.

La trata de personas es un crimen contra la humanidad...Es necesaria una toma de responsabilidad común y una voluntad política más fuerte para vencer en este frente. Responsabilidad hacia los que han caído víctimas de la trata de personas, para proteger sus derechos, y para garantizar la incolumidad de sus familiares, para evitar que los corruptos y los delincuentes eludan la justicia y digan la última palabra sobre las personas. Una intervención legislativa adecuada en los países de origen, tránsito y llegada , también para facilitar la regularidad de las migraciones, puede reducir el problema”.

Los gobiernos y la comunidad internacional, a quienes compete la responsabilidad de prevenir y evitar este fenómeno, “no han dejado de tomar medidas en los distintos niveles para bloquearlo y para proteger y asistir a las víctimas de este delito, a menudo vinculado con el comercio de drogas, de armas , del transporte de inmigrantes ilegales, con la mafia, que “ desgraciadamente,. no podemos negar, a veces también ha contagiado a los agentes de servicio público y a los miembros de los contingentes que participan en misiones de paz”.

Pero para contrastar con eficacia esa lacra , es necesario que la acción se extienda al ámbito cultural y a la comunicación, que necesitan “un profundo examen de conciencia” por que a menudo en ellos se tolera que un ser humano “sea considerado como un objeto, expuesto para vender un producto o para satisfacer deseos inmorales” . Y, en cambio “la persona humana nunca debe ser comprada y vendida como una mercancía ; quién la utiliza y la explota , aunque sea indirectamente , es cómplice de este abuso”.

He querido compartir con vosotros - ha dicho el Pontífice - estas reflexiones sobre una plaga social de nuestro tiempo, porque creo en el valor y la fuerza de un esfuerzo concertado para combatirla. Por consiguiente, insto a la comunidad internacional a hacer todavía más concorde y eficaz la estrategia contra la trata de personas para que, en todas las partes del mundo, los hombres y las mujeres nunca sean utilizados como un medio, sino respetados siempre en su dignidad inviolable”.

PRESENTACIÓN DEL MENSAJE DEL PAPA: LA FRATERNIDAD VENCE A LA INDIFERENCIA CON QUE OBSERVAMOS, A DISTANCIA DE SEGURIDAD, LAS GUERRAS Y LOS SUFRIMIENTOS


Ciudad del Vaticano, 11 diciembre 2013 (VIS).-Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación del Mensaje del Santo Padre para la la 47 Jornada Mundial de la Paz, que se celebra todos los años el 1 de enero y cuyo tema es “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”.

El Padre Federico Lombardi S.I. Director de la Oficina de Prensa, ha leído el texto de introducción al documento escrito por el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, que se encuentra todavía en Johannesburg (Sudáfrica) como enviado especial del Santo Padre en la conmemoración y las exequias de Nelson Mandela. También han intervenido el arzobispo Mario Toso, S.D.B.,y Vittorio Alberti, respectivamente Secretario y Oficial del mismo dicasterio.

La fraternidad -escribe el purpurado- es una cualidad humana esencial , porque somos seres relacionales. Pero eso no hace que sea automática. En nuestro tiempo , como el Papa emérito Benedicto XVI ha señalado, la globalización nos acerca pero no nos hermana. La fraternidad ha sido ignorada o pisoteada en maneras infinitas a través de la historia e incluso hoy en día , como el mensaje de Año Nuevo deja muy claro”.

En ámbito bíblico el primer crimen fue un fratricidio . Cada toma de una vida inocente - llámese aborto, asesinato, o eutanasia; llámese delincuencia o hambre o guerra - es, de hecho, un fratricidio ¿Cómo podemos dejar de reconocer que somos hermanos y hermanas , ya que todos tenemos un mismo Padre? ¿Cómo podemos dejar de reconocer que Jesucristo, el Hijo de Dios, es nuestro hermano ? Por su Cruz y Resurrección, reparó una humanidad rota y continuamente ofrece a todos la promesa de la salvación”.

En este mensaje el Santo Padre se pregunta por qué existe tal déficit de fraternidad en el mundo actual: ¿El egoísmo nos ciega a nuestra fraternidad fundamental? ¿El miedo y la competitividad han envenenado nuestra incomparable dignidad como hijos e hijas de Dios y ,por lo tanto, hermanos y hermanas entre sí ?”.

Pasando a analizar la fraternidad según el Mensaje del Papa, el cardenal Turkson, observa que Francisco cita a sus recientes predecesores para ampliar el significado y la relevancia de la fraternidad como fundamento y camino hacia la paz .Por ejemplo, Pablo VI hizo hincapié en el desarrollo integral, el beato Juan Pablo II llamó a la paz un bien común indivisible: o es de todos, o no lo es para ninguno y Benedicto XVI identificó la fraternidad como un requisito previo para la lucha contra la pobreza.

Tres días después de su elección, el Papa Francisco explicaba a los medios de comunicación porqué había elegido ese nombre: “Para mí -dijo entonces- Francisco de Asís, es el hombre de la pobreza , el hombre de la paz , el hombre que ama y protege la creación” y en su primer mensaje de Año Nuevo, el Santo Padre “habla de los pobres, de la paz, y de la creación , bajo el título inclusivo y significativo de fraternidad”.

Así, en los capítulos quinto y sexto el Mensaje, trata de cómo la economía puede aportar recursos concretos contra la pobreza y se afirma que las relaciones fraternales pueden expresarse en políticas sociales, en un estilo de vida más sobrio y , a nivel macro en “un replanteamiento oportuno de nuestros modelos de desarrollo económico" .

En el séptimo y el octavo se apuntan directrices para reducir y eliminar las guerras de todo tipo, así como la corrupción y el crimen organizado. La fraternidad vence la indiferencia con la que observamos las muchas guerras a una distancia segura y la tendencia a deshumanizar y demonizar al enemigo. Motiva la dura labor necesaria para alcanzar la no proliferación y el desarme, tanto de armas nucleares como químicas , no convencionales y no tripuladas, así como de armas de pequeño calibre. También se recuerda que, en ámbito social, la fraternidad se resiste a la corrupción, al crimen organizado y al tráfico de drogas , a la esclavitud , a la trata de personas y la prostitución, y a aquellas formas de "guerra" económica y financiera que destruyen vidas, familias y empresas.

El capítulo noveno plantea la necesidad urgente de preservar y cultivar la naturaleza como nuestro hogar terrenal y la fuente de todos los bienes materiales , ahora y para las generaciones futuras. En espíritu de fraternidad, tenemos que aprender cómo tratar el ambiente natural como un regalo de nuestro Creador, para disfrutarlo en común, con agradecimiento y justicia.

El cardenal concluye recordando la figura del “gran Nelson Mandela”, que durante los largos años de prisión resistió a la tentación de buscar venganza y salió de la cárcel con el mensaje supremo de la reconciliación. “Para conseguirla, la triste verdad del pasado tenía que ser descubierta y aceptada . Sólo sobre la base de la verdad y la reconciliación la mayoría de los sudafricanos podrían aspirar a una vida mejor. Con su ejemplo y liderazgo , Nelson Mandela facilitó la conversión de los corazones alejándolos del fratricidio. El Papa Francisco persigue día tras día la conversión de las mentes y los corazones...La fraternidad necesita ser descubierta, sentida, anunciada y testimoniada a través del amor . Otorgada como un regalo, solo el amor de Dios nos capacita para aceptar nuestra fraternidad y expresarla cada vez más plenamente”.

Mientras nos preparamos para celebrar la Navidad intercambiando regalos entre amigos y parientes estaría bien hacer una pausa, como Jesús sugiere, cuando dice: “Si te acuerdas que tu hermano o hermana tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y vete; primero reconciliate con tu hermano o hermana, y después ven y presenta tu ofrenda ". Hoy los pobres, los excluidos, los que sufren en nuestras ciudades, en nuestros países, en nuestro mundo, tienen "algo en contra de nosotros" . Lo que tienen “en contra de nosotros " es nuestra falta de respeto por aquello que más profundamente son y somos: hermanos y hermanas”.

MENSAJE DEL PAPA PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ


Ciudad del Vaticano, 12 diciembre 2013 (VIS).-”La fraternidad, fundamento y camino para la paz” es el título elegido por el Papa Francisco en su primer Mensaje para la 47 Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero de 2014. El documento, fechado el 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, consta de diez puntos, incluidos un breve prólogo y una conclusión, intercalados por dos citas bíblicas :“¿Dónde está tu hermano?" (Gn 4,9) ; "Y todos ustedes son hermanos" (Mt 23,8), y seis frases con atributos de la fraternidad: “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”, “La fraternidad, premisa para vencer la pobreza”; “El redescubrimiento de la fraternidad en la economía”; ”La fraternidad extingue la guerra”;”La corrupción y el crimen organizado se oponen a la fraternidad”; “La fraternidad ayuda a proteger y a cultivar la naturaleza”.

Ofrecemos a continuación el texto integral del mensaje


1. En este mi primer Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, quisiera desear a todos, a las personas y a los pueblos, una vida llena de alegría y de esperanza. El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer.

De hecho, la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional. La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano; sin ella, es imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera. Y es necesario recordar que normalmente la fraternidad se empieza a aprender en el seno de la familia, sobre todo gracias a las responsabilidades complementarias de cada uno de sus miembros, en particular del padre y de la madre. La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor.

El número cada vez mayor de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra forman una unidad y comparten un destino común. En los dinamismos de la historia, a pesar de la diversidad de etnias, sociedades y culturas, vemos sembrada la vocación de formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros. Sin embargo, a menudo los hechos, en un mundo caracterizado por la “globalización de la indiferencia”, que poco a poco nos “habitúa” al sufrimiento del otro, cerrándonos en nosotros mismos, contradicen y desmienten esa vocación.

En muchas partes del mundo, continuamente se lesionan gravemente los derechos humanos fundamentales, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa. El trágico fenómeno de la trata de seres humanos, con cuya vida y desesperación especulan personas sin escrúpulos, representa un ejemplo inquietante. A las guerras hechas de enfrentamientos armados se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas.

La globalización, como ha afirmado Benedicto XVI, nos acerca a los demás, pero no nos hace hermanos. Además, las numerosas situaciones de desigualdad, de pobreza y de injusticia revelan no sólo una profunda falta de fraternidad, sino también la ausencia de una cultura de la solidaridad. Las nuevas ideologías, caracterizadas por un difuso individualismo, egocentrismo y consumismo materialista, debilitan los lazos sociales, fomentando esa mentalidad del “descarte”, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles, de cuantos son considerados “inútiles”. Así la convivencia humana se parece cada vez más a un mero do ut des pragmático y egoísta.

Al mismo tiempo, es claro que tampoco las éticas contemporáneas son capaces de generar vínculos auténticos de fraternidad, ya que una fraternidad privada de la referencia a un Padre común, como fundamento último, no logra subsistir. Una verdadera fraternidad entre los hombres supone y requiere una paternidad trascendente. A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida la fraternidad entre los hombres, es decir, ese hacerse "prójimo" que se preocupa por el otro.

¿Dónde está tu hermano?" (Gn 4,9)

2. Para comprender mejor esta vocación del hombre a la fraternidad, para conocer más adecuadamente los obstáculos que se interponen en su realización y descubrir los caminos para superarlos, es fundamental dejarse guiar por el conocimiento del designio de Dios, que nos presenta luminosamente la Sagrada Escritura.

Según el relato de los orígenes, todos los hombres proceden de unos padres comunes, de Adán y Eva, pareja creada por Dios a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26), de los cuales nacen Caín y Abel. En la historia de la primera familia leemos la génesis de la sociedad, la evolución de las relaciones entre las personas y los pueblos.

Abel es pastor, Caín es labrador. Su identidad profunda y, a la vez, su vocación, es ser hermanos, en la diversidad de su actividad y cultura, de su modo de relacionarse con Dios y con la creación. Pero el asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos. Su historia (cf. Gn 4,1-16) pone en evidencia la dificultad de la tarea a la que están llamados todos los hombres, vivir unidos, preocupándose los unos de los otros. Caín, al no aceptar la predilección de Dios por Abel, que le ofrecía lo mejor de su rebaño –"el Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda" (Gn 4,4-5)–, mata a Abel por envidia. De esta manera, se niega a reconocerlo como hermano, a relacionarse positivamente con él, a vivir ante Dios asumiendo sus responsabilidades de cuidar y proteger al otro. A la pregunta "¿Dónde está tu hermano?", con la que Dios interpela a Caín pidiéndole cuentas por lo que ha hecho, él responde: "No lo sé; ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?" (Gn 4,9). Después –nos dice el Génesis– "Caín salió de la presencia del Señor" (4,16).

Hemos de preguntarnos por los motivos profundos que han llevado a Caín a dejar de lado el vínculo de fraternidad y, junto con él, el vínculo de reciprocidad y de comunión que lo unía a su hermano Abel. Dios mismo denuncia y recrimina a Caín su connivencia con el mal: "El pecado acecha a la puerta" (Gn 4,7). No obstante, Caín no lucha contra el mal y decide igualmente alzar la mano "contra su hermano Abel" (Gn 4,8), rechazando el proyecto de Dios. Frustra así su vocación originaria de ser hijo de Dios y a vivir la fraternidad.

El relato de Caín y Abel nos enseña que la humanidad lleva inscrita en sí una vocación a la fraternidad, pero también la dramática posibilidad de su traición. Da testimonio de ello el egoísmo cotidiano, que está en el fondo de tantas guerras e injusticias: muchos hombres y mujeres mueren a manos de hermanos y hermanas que no saben reconocerse como tales, es decir, como seres hechos para la reciprocidad, para la comunión y para el don.

"Y todos ustedes son hermanos" (Mt 23,8)

3. Surge espontánea la pregunta: ¿los hombres y las mujeres de este mundo podrán corresponder alguna vez plenamente al anhelo de fraternidad, que Dios Padre imprimió en ellos? ¿Conseguirán, sólo con sus fuerzas, vencer la indiferencia, el egoísmo y el odio, y aceptar las legítimas diferencias que caracterizan a los hermanos y hermanas?
Parafraseando sus palabras, podríamos sintetizar así la respuesta que nos da el Señor Jesús: Ya que hay un solo Padre, que es Dios, todos ustedes son hermanos (cf. Mt 23,8-9). La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios. No se trata de una paternidad genérica, indiferenciada e históricamente ineficaz, sino de un amor personal, puntual y extraordinariamente concreto de Dios por cada ser humano (cf. Mt 6,25-30). Una paternidad, por tanto, que genera eficazmente fraternidad, porque el amor de Dios, cuando es acogido, se convierte en el agente más asombroso de transformación de la existencia y de las relaciones con los otros, abriendo a los hombres a la solidaridad y a la reciprocidad.

Sobre todo, la fraternidad humana ha sido regenerada en y por Jesucristo con su muerte y resurrección. La cruz es el “lugar” definitivo donde se funda la fraternidad, que los hombres no son capaces de generar por sí mismos. Jesucristo, que ha asumido la naturaleza humana para redimirla, amando al Padre hasta la muerte, y una muerte de cruz (cf. Flp 2,8), mediante su resurrección nos constituye en humanidad nueva, en total comunión con la voluntad de Dios, con su proyecto, que comprende la plena realización de la vocación a la fraternidad.

Jesús asume desde el principio el proyecto de Dios, concediéndole el primado sobre todas las cosas. Pero Cristo, con su abandono a la muerte por amor al Padre, se convierte en principio nuevo y definitivo para todos nosotros, llamados a reconocernos hermanos en Él, hijos del mismo Padre. Él es la misma Alianza, el lugar personal de la reconciliación del hombre con Dios y de los hermanos entre sí. En la muerte en cruz de Jesús también queda superada la separación entre pueblos, entre el pueblo de la Alianza y el pueblo de los Gentiles, privado de esperanza porque hasta aquel momento era ajeno a los pactos de la Promesa. Como leemos en la Carta a los Efesios, Jesucristo reconcilia en sí a todos los hombres. Él es la paz, porque de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando el muro de separación que los dividía, la enemistad. Él ha creado en sí mismo un solo pueblo, un solo hombre nuevo, una sola humanidad (cf. 2,14-16).

Quien acepta la vida de Cristo y vive en Él reconoce a Dios como Padre y se entrega totalmente a Él, amándolo sobre todas las cosas. El hombre reconciliado ve en Dios al Padre de todos y, en consecuencia, siente el llamado a vivir una fraternidad abierta a todos. En Cristo, el otro es aceptado y amado como hijo o hija de Dios, como hermano o hermana, no como un extraño, y menos aún como un contrincante o un enemigo. En la familia de Dios, donde todos son hijos de un mismo Padre, y todos están injertados en Cristo, hijos en el Hijo, no hay “vidas descartables”. Todos gozan de igual e intangible dignidad. Todos son amados por Dios, todos han sido rescatados por la sangre de Cristo, muerto en cruz y resucitado por cada uno. Ésta es la razón por la que no podemos quedarnos indiferentes ante la suerte de los hermanos.

La fraternidad, fundamento y camino para la paz

4. Teniendo en cuenta todo esto, es fácil comprender que la fraternidad es fundamento y camino para la paz. Las Encíclicas sociales de mis Predecesores aportan una valiosa ayuda en este sentido. Bastaría recuperar las definiciones de paz de la Populorum progressio de Pablo VI o de la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II. En la primera, encontramos que el desarrollo integral de los pueblos es el nuevo nombre de la paz. En la segunda, que la paz es opus solidaritatis .

Pablo VI afirma que no sólo entre las personas, sino también entre las naciones, debe reinar un espíritu de fraternidad. Y explica: "En esta comprensión y amistad mutuas, en esta comunión sagrada, debemos […] actuar a una para edificar el porvenir común de la humanidad". Este deber concierne en primer lugar a los más favorecidos. Sus obligaciones hunden sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural, y se presentan bajo un triple aspecto: el deber de solidaridad, que exige que las naciones ricas ayuden a los países menos desarrollados; el deber de justicia social, que requiere el cumplimiento en términos más correctos de las relaciones defectuosas entre pueblos fuertes y pueblos débiles; el deber de caridad universal, que implica la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan algo que dar y recibir, sin que el progreso de unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros.

Asimismo, si se considera la paz como opus solidaritatis, no se puede soslayar que la fraternidad es su principal fundamento. La paz –afirma Juan Pablo II– es un bien indivisible. O es de todos o no es de nadie. Sólo es posible alcanzarla realmente y gozar de ella, como mejor calidad de vida y como desarrollo más humano y sostenible, si se asume en la práctica, por parte de todos, una "determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común" . Lo cual implica no dejarse llevar por el "afán de ganancia" o por la "sed de poder". Es necesario estar dispuestos a "‘perderse’ por el otro en lugar de explotarlo, y a ‘servirlo’ en lugar de oprimirlo para el propio provecho. […] El ‘otro’ –persona, pueblo o nación– no [puede ser considerado] como un instrumento cualquiera para explotar a bajo coste su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirve, sino como un ‘semejante’ nuestro, una ‘ayuda’".

La solidaridad cristiana entraña que el prójimo sea amado no sólo como "un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos", sino como "la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo" , como un hermano. "Entonces la conciencia de la paternidad común de Dios, de la hermandad de todos los hombres en Cristo, ‘hijos en el Hijo’, de la presencia y acción vivificadora del Espíritu Santo, conferirá –recuerda Juan Pablo II– a nuestra mirada sobre el mundo un nuevo criterio para interpretarlo", para transformarlo.

La fraternidad, premisa para vencer la pobreza

5. En la Caritas in veritate, mi Predecesor recordaba al mundo entero que la falta de fraternidad entre los pueblos y entre los hombres es una causa importante de la pobreza. En muchas sociedades experimentamos una profunda pobreza relacional debida a la carencia de sólidas relaciones familiares y comunitarias. Asistimos con preocupación al crecimiento de distintos tipos de descontento, de marginación, de soledad y a variadas formas de dependencia patológica. Una pobreza como ésta sólo puede ser superada redescubriendo y valorando las relaciones fraternas en el seno de las familias y de las comunidades, compartiendo las alegrías y los sufrimientos, las dificultades y los logros que forman parte de la vida de las personas.

Además, si por una parte se da una reducción de la pobreza absoluta, por otra parte no podemos dejar de reconocer un grave aumento de la pobreza relativa, es decir, de las desigualdades entre personas y grupos que conviven en una determinada región o en un determinado contexto histórico-cultural. En este sentido, se necesitan también políticas eficaces que promuevan el principio de la fraternidad, asegurando a las personas –iguales en su dignidad y en sus derechos fundamentales– el acceso a los "capitales", a los servicios, a los recursos educativos, sanitarios, tecnológicos, de modo que todos tengan la oportunidad de expresar y realizar su proyecto de vida, y puedan desarrollarse plenamente como personas.

También se necesitan políticas dirigidas a atenuar una excesiva desigualdad de la renta. No podemos olvidar la enseñanza de la Iglesia sobre la llamada hipoteca social, según la cual, aunque es lícito, como dice Santo Tomás de Aquino, e incluso necesario, "que el hombre posea cosas propias" , en cuanto al uso, no las tiene "como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás".

Finalmente, hay una forma más de promover la fraternidad –y así vencer la pobreza– que debe estar en el fondo de todas las demás. Es el desprendimiento de quien elige vivir estilos de vida sobrios y esenciales, de quien, compartiendo las propias riquezas, consigue así experimentar la comunión fraterna con los otros. Esto es fundamental para seguir a Jesucristo y ser auténticamente cristianos. No se trata sólo de personas consagradas que hacen profesión del voto de pobreza, sino también de muchas familias y ciudadanos responsables, que creen firmemente que la relación fraterna con el prójimo constituye el bien más preciado.

El redescubrimiento de la fraternidad en la economía

6. Las graves crisis financieras y económicas –que tienen su origen en el progresivo alejamiento del hombre de Dios y del prójimo, en la búsqueda insaciable de bienes materiales, por un lado, y en el empobrecimiento de las relaciones interpersonales y comunitarias, por otro– han llevado a muchos a buscar el bienestar, la felicidad y la seguridad en el consumo y la ganancia más allá de la lógica de una economía sana. Ya en 1979 Juan Pablo II advertía del "peligro real y perceptible de que, mientras avanza enormemente el dominio por parte del hombre sobre el mundo de las cosas, pierda los hilos esenciales de este dominio suyo, y de diversos modos su humanidad quede sometida a ese mundo, y él mismo se haga objeto de múltiple manipulación, aunque a veces no directamente perceptible, a través de toda la organización de la vida comunitaria, a través del sistema de producción, a través de la presión de los medios de comunicación social" .

El hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico y a un cambio en los estilos de vida. La crisis actual, con graves consecuencias para la vida de las personas, puede ser, sin embargo, una ocasión propicia para recuperar las virtudes de la prudencia, de la templanza, de la justicia y de la fortaleza. Estas virtudes nos pueden ayudar a superar los momentos difíciles y a redescubrir los vínculos fraternos que nos unen unos a otros, con la profunda confianza de que el hombre tiene necesidad y es capaz de algo más que desarrollar al máximo su interés individual. Sobre todo, estas virtudes son necesarias para construir y mantener una sociedad a medida de la dignidad humana.

La fraternidad extingue la guerra

7. Durante este último año, muchos de nuestros hermanos y hermanas han sufrido la experiencia denigrante de la guerra, que constituye una grave y profunda herida infligida a la fraternidad.

Muchos son los conflictos armados que se producen en medio de la indiferencia general. A todos cuantos viven en tierras donde las armas imponen terror y destrucción, les aseguro mi cercanía personal y la de toda la Iglesia. Ésta tiene la misión de llevar la caridad de Cristo también a las víctimas inermes de las guerras olvidadas, mediante la oración por la paz, el servicio a los heridos, a los que pasan hambre, a los desplazados, a los refugiados y a cuantos viven con miedo. Además la Iglesia alza su voz para hacer llegar a los responsables el grito de dolor de esta humanidad sufriente y para hacer cesar, junto a las hostilidades, cualquier atropello o violación de los derechos fundamentales del hombre.
Por este motivo, deseo dirigir una encarecida exhortación a cuantos siembran violencia y muerte con las armas: Redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo al que exterminar, a su hermano y no alcen su mano contra él. Renuncien a la vía de las armas y vayan al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación para reconstruir a su alrededor la justicia, la confianza y la esperanza. "En esta perspectiva, parece claro que en la vida de los pueblos los conflictos armados constituyen siempre la deliberada negación de toda posible concordia internacional, creando divisiones profundas y heridas lacerantes que requieren muchos años para cicatrizar. Las guerras constituyen el rechazo práctico al compromiso por alcanzar esas grandes metas económicas y sociales que la comunidad internacional se ha fijado".

Sin embargo, mientras haya una cantidad tan grande de armamentos en circulación como hoy en día, siempre se podrán encontrar nuevos pretextos para iniciar las hostilidades. Por eso, hago mío el llamamiento de mis Predecesores a la no proliferación de las armas y al desarme de parte de todos, comenzando por el desarme nuclear y químico.

No podemos dejar de constatar que los acuerdos internacionales y las leyes nacionales, aunque son necesarias y altamente deseables, no son suficientes por sí solas para proteger a la humanidad del riesgo de los conflictos armados. Se necesita una conversión de los corazones que permita a cada uno reconocer en el otro un hermano del que preocuparse, con el que colaborar para construir una vida plena para todos. Éste es el espíritu que anima muchas iniciativas de la sociedad civil a favor de la paz, entre las que se encuentran las de las organizaciones religiosas. Espero que el empeño cotidiano de todos siga dando fruto y que se pueda lograr también la efectiva aplicación en el derecho internacional del derecho a la paz, como un derecho humano fundamental, pre-condición necesaria para el ejercicio de todos los otros derechos.

La corrupción y el crimen organizado se oponen a la fraternidad

8. El horizonte de la fraternidad prevé el desarrollo integral de todo hombre y mujer. Las justas ambiciones de una persona, sobre todo si es joven, no se pueden frustrar y ultrajar, no se puede defraudar la esperanza de poder realizarlas. Sin embargo, no podemos confundir la ambición con la prevaricación. Al contrario, debemos competir en la estima mutua (cf. Rm 12,10). También en las disputas, que constituyen un aspecto ineludible de la vida, es necesario recordar que somos hermanos y, por eso mismo, educar y educarse en no considerar al prójimo un enemigo o un adversario al que eliminar.

La fraternidad genera paz social, porque crea un equilibrio entre libertad y justicia, entre responsabilidad personal y solidaridad, entre el bien de los individuos y el bien común. Y una comunidad política debe favorecer todo esto con trasparencia y responsabilidad. Los ciudadanos deben sentirse representados por los poderes públicos sin menoscabo de su libertad. En cambio, a menudo, entre ciudadano e instituciones, se infiltran intereses de parte que deforman su relación, propiciando la creación de un clima perenne de conflicto.

Un auténtico espíritu de fraternidad vence el egoísmo individual que impide que las personas puedan vivir en libertad y armonía entre sí. Ese egoísmo se desarrolla socialmente tanto en las múltiples formas de corrupción, hoy tan capilarmente difundidas, como en la formación de las organizaciones criminales, desde los grupos pequeños a aquellos que operan a escala global, que, minando profundamente la legalidad y la justicia, hieren el corazón de la dignidad de la persona. Estas organizaciones ofenden gravemente a Dios, perjudican a los hermanos y dañan a la creación, más todavía cuando tienen connotaciones religiosas.

Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación, en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad. Juan XXIII escribió al respecto: "Una sociedad que se apoye sólo en la razón de la fuerza ha de calificarse de inhumana. En ella, efectivamente, los hombres se ven privados de su libertad, en vez de sentirse estimulados, por el contrario, al progreso de la vida y al propio perfeccionamiento". Sin embargo, el hombre se puede convertir y nunca se puede excluir la posibilidad de que cambie de vida. Me gustaría que esto fuese un mensaje de confianza para todos, también para aquellos que han cometido crímenes atroces, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,23).

En el contexto amplio del carácter social del hombre, por lo que se refiere al delito y a la pena, también hemos de pensar en las condiciones inhumanas de muchas cárceles, donde el recluso a menudo queda reducido a un estado infrahumano y humillado en su dignidad humana, impedido también de cualquier voluntad y expresión de redención. La Iglesia hace mucho en todos estos ámbitos, la mayor parte de las veces en silencio. Exhorto y animo a hacer cada vez más, con la esperanza de que dichas iniciativas, llevadas a cabo por muchos hombres y mujeres audaces, sean cada vez más apoyadas leal y honestamente también por los poderes civiles.

La fraternidad ayuda a proteger y a cultivar la naturaleza

9. La familia humana ha recibido del Creador un don en común: la naturaleza. La visión cristiana de la creación conlleva un juicio positivo sobre la licitud de las intervenciones en la naturaleza para sacar provecho de ello, a condición de obrar responsablemente, es decir, acatando aquella “gramática” que está inscrita en ella y usando sabiamente los recursos en beneficio de todos, respetando la belleza, la finalidad y la utilidad de todos los seres vivos y su función en el ecosistema. En definitiva, la naturaleza está a nuestra disposición, y nosotros estamos llamados a administrarla responsablemente. En cambio, a menudo nos dejamos llevar por la codicia, por la soberbia del dominar, del tener, del manipular, del explotar; no custodiamos la naturaleza, no la respetamos, no la consideramos un don gratuito que tenemos que cuidar y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones futuras.

En particular, el sector agrícola es el sector primario de producción con la vocación vital de cultivar y proteger los recursos naturales para alimentar a la humanidad. A este respecto, la persistente vergüenza del hambre en el mundo me lleva a compartir con ustedes la pregunta: ¿cómo usamos los recursos de la tierra? Las sociedades actuales deberían reflexionar sobre la jerarquía en las prioridades a las que se destina la producción. De hecho, es un deber de obligado cumplimiento que se utilicen los recursos de la tierra de modo que nadie pase hambre. Las iniciativas y las soluciones posibles son muchas y no se limitan al aumento de la producción. Es de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo. Es necesario encontrar los modos para que todos se puedan beneficiar de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que se amplíe la brecha entre quien más tiene y quien se tiene que conformar con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, de equidad y de respeto hacia el ser humano. En este sentido, quisiera recordar a todos el necesario destino universal de los bienes, que es uno de los principios clave de la doctrina social de la Iglesia. Respetar este principio es la condición esencial para posibilitar un efectivo y justo acceso a los bienes básicos y primarios que todo hombre necesita y a los que tiene derecho.

Conclusión

10. La fraternidad tiene necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada. Pero sólo el amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la fraternidad.

El necesario realismo de la política y de la economía no puede reducirse a un tecnicismo privado de ideales, que ignora la dimensión trascendente del hombre. Cuando falta esta apertura a Dios, toda actividad humana se vuelve más pobre y las personas quedan reducidas a objetos de explotación. Sólo si aceptan moverse en el amplio espacio asegurado por esta apertura a Aquel que ama a cada hombre y a cada mujer, la política y la economía conseguirán estructurarse sobre la base de un auténtico espíritu de caridad fraterna y podrán ser instrumento eficaz de desarrollo humano integral y de paz.

Los cristianos creemos que en la Iglesia somos miembros los unos de los otros, que todos nos necesitamos unos a otros, porque a cada uno de nosotros se nos ha dado una gracia según la medida del don de Cristo, para la utilidad común (cf. Ef 4,7.25; 1 Co 12,7). Cristo ha venido al mundo para traernos la gracia divina, es decir, la posibilidad de participar en su vida. Esto lleva consigo tejer un entramado de relaciones fraternas, basadas en la reciprocidad, en el perdón, en el don total de sí, según la amplitud y la profundidad del amor de Dios, ofrecido a la humanidad por Aquel que, crucificado y resucitado, atrae a todos a sí: "Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; como yo les he amado, ámense también entre ustedes. La señal por la que conocerán todos que son discípulos míos será que se aman unos a otros" (Jn 13,34-35). Ésta es la buena noticia que reclama de cada uno de nosotros un paso adelante, un ejercicio perenne de empatía, de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro, también del más alejado de mí, poniéndonos en marcha por el camino exigente de aquel amor que se entrega y se gasta gratuitamente por el bien de cada hermano y hermana.

Cristo se dirige al hombre en su integridad y no desea que nadie se pierda. "Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él" (Jn 3,17). Lo hace sin forzar, sin obligar a nadie a abrirle las puertas de su corazón y de su mente. "El primero entre ustedes pórtese como el menor, y el que gobierna, como el que sirve" –dice Jesucristo–, "yo estoy en medio de ustedes como el que sirve" (Lc 22,26-27). Así pues, toda actividad debe distinguirse por una actitud de servicio a las personas, especialmente a las más lejanas y desconocidas. El servicio es el alma de esa fraternidad que edifica la paz.

Que María, la Madre de Jesús, nos ayude a comprender y a vivir cada día la fraternidad que brota del corazón de su Hijo, para llevar paz a todos los hombres en esta querida tierra nuestra.

Vaticano, 8 de diciembre de 2013.
FRANCISCO

AUDIENCIAS


Ciudad del Vaticano, 12 diciembre 2013 (VIS).- El Santo Padre ha recibido esta mañana en audiencias separadas:

- Cardenal Robert Sarah, Presidente del Pontificio Consejo Cor Unum.

- Cardenal Franc Rodé, Prefecto emérito de la Congregación para los Institutos de Vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica.

- Obispo Felipe Arizmendi Esquivel, de San Cristóbal de Las Casas (México).

- Cristina Ávarez Rodriguez, Ministro del Gobierno de la provincia de Buenos Aires (Argentina).

ACTOS PONTIFICIOS


Ciudad del Vaticano, 12 diciembre 2013 (VIS).- El Santo Padre ha nombrado:

- Reverendo Joseph R. Kopacz como obispo de Jackson (superficie: 97.495; población: 2.203.000; católicos: 52.500; sacerdotes: 80; religiosos: 197; diáconos permanentes: 4) en E.E.U.U., hasta ahora párroco de la Most Holy Trinity Parish en Mount Pocono (E.E.U.U.). El obispo electo nació en Dunmore (Pensilvania, E.E.U.U.) en 1950. Es licenciado en Historia, con Master en Latín y Counselling and Psychology y Doctor en Desarrollo Humano. Fue ordenado sacerdote en 1977. Durante su ministerio pastoral ha sido entre otras cosas: vicario parroquial de la Our Lady Queen of Peace Parish en Brodheadscille, de la Epiphany Parish en Sayre, y administrador parroquial de la Saint Patrick Parish a Nicholson (1977-1989) (las tres en E.E.U.U); párroco en varias parroquias de Jessup, Scranton y Mount Pocono (E.E.U.U.), director de formación en el seminario San Pius X (1998-2002), vicario general y vicario del clero (2005-2009). Actualmente es miembro del consejo diocesano para las Finanzas y Coordinador del apostolado hispánico en la contea de Monroe, E.E.U.U. Sucede al obispo Joseph N. Latino, cuya renuncia al gobierno pastoral de la diócesis fue aceptada por límite de edad.

-Monseñor Michael J. SIS como obispo de San Angelo (superficie: 96.951; población: 619.000; católicos: 85.500; sacerdotes: 57; religiosos: 39; diáconos permanentes: 81) en E.E.U.U., hasta ahora vicario general y moderador de la curia. El obispo electo nació en Mount Holly (New Jersey, E.E.U.U.) en 1960. Es licenciado en Teología Moral por la Academia Alfonsiana de Roma. Fue ordenado sacerdote en 1986. En su ministerio pastoral ha sido: vicario parroquial de la Cristo Rey Parish (1986-1988) y de la Catedral Saint Mary (1990-1992) en Austin, E.E.U.U. Vice capellán y capellán universitario del Saint Mary's Center en la Universidad de Texas y en el College Station; director de vocaciones (2006-2009); párroco de la Saint Thomas More Parish en Austin (2009-2010). En 2009 fue nombrado Capellán de Su Santidad. Sucede al obispo Michael D. Pfeifer, O.M.I., cuya renuncia al gobierno pastoral de la diócesis fue aceptada por límite de edad.

- Monseñor Francis Bestion como obispo de Tulle (superficie: 5.896; población: 244.300; católicos: 221.400; sacerdotes: 62; religiosos: 59; diáconos permanentes: 10) en Francia, hasta ahora vicario general de Mende, Francia. El obispo electo nació en Fontans, Francia, en 1957. Es licenciado en Filosofía por la Facultad de Montpellier (Francia) y obtuvo la licenciatura canónica en Teología por el Institut catholique di Toulouse (Francia). Fue ordenado sacerdote en 1990 y tras la ordenación ha desempeñado los siguentes encargos ministeriales: vicario y párroco de Langogne (1990-2002); profesor de filosofía y formador del seminario de Avignon (1992-2003); profesor del seminario de Toulouse (2003-2005); director del segundo ciclo y profesor en el seminario de Toulouse (2005-2009). Sucede al obispo Bernard Charrier, cuya renuncia al gobierno pastoral de la diócesis fue aceptada por límite de edad.
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