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El 'Vatican Information Service' (VIS) es un boletín informativo de la Oficina de Prensa Santa Sede. Transmite diariamente información sobre la actividad magisterial y pastoral del Santo Padre y de la Curia Romana... []

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viernes, 23 de septiembre de 2011

ENTREVISTA AL PAPA DURANTE EL VUELO A ALEMANIA

CIUDAD DEL VATICANO, 22 SEP 2011 (VIS).-Como es tradicional en los viajes apostólicos internacionales, Benedicto XVI concedió una breve entrevista a los periodistas que le acompañaban en el avión rumbo a Alemania.

“¿Cuánto se siente todavía alemán y cuáles son los aspectos en los que todavía influye su origen?”, fue la primera pregunta.

  El Papa respondió: “He nacido en Alemania y esa raíz no puede ni debe cortarse. He recibido allí mi formación cultural, mi lengua es el alemán y la lengua es el modo en que el espíritu vive y actúa (...) En la estructura cultural de mi vida este ser alemán es muy fuerte. La pertenencia a su historia, con sus grandezas y debilidades no puede cancelarse. Sin embargo, para un cristiano, hay algo más. Con el Bautismo nace de nuevo a un nuevo pueblo que es de todos los pueblos (...) Cuando, además, se asume una responsabilidad tan grande como la mía –que he asumido la responsabilidad suprema- en este pueblo (...) la raíz se vuelve un árbol que se extiende de varias formas  y el hecho de sentirme en casa en esta gran comunidad del  pueblo de todos los pueblos que es la Iglesia católica (...) forja toda la existencia sin anular todo lo que la precede”.

La segunda pregunta fue: “En los últimos años en Alemania han aumentado los casos de abandono de la Iglesia, debido, en parte, a los abusos de menores por parte del clero. ¿Que piensa de este fenómeno? Y ¿que diría a los que quieren dejar la Iglesia?”.

“Distingamos ante todo el motivo específico de los que se escandalizan ante estos crímenes revelados en los últimos tiempos –dijo Benedicto XVI-  Puedo entender que, a la luz de esas informaciones, sobre todo si se trata de personas cercanas, se diga: ‘Esta ya no es mi Iglesia. La Iglesia era para mí fuerza de humanización y moralización. Si los representantes de la Iglesia hacen lo contrario ya no puedo vivir con esta Iglesia’. Esta es una situación específica. Generalmente los motivos son múltiples en el contexto de secularización de nuestra sociedad. Y estos abandonos, normalmente, son el último paso de una larga cadena de alejamiento de la Iglesia. En este contexto creo que es importante preguntarse: ‘¿Por qué estoy en la Iglesia?’ (...) Yo diría que es importante saber que estar en la Iglesia no es estar en una asociación, sino en la red del Señor que saca peces buenos y podridos de las aguas de la muerte a la tierra de la vida. Puede ser que en esta red me encuentre al lado de los peces podridos y lo sienta, pero la verdad es que yo no estoy allí por unos o por otros, sino porque es la red del Señor que es algo diverso de todas las asociaciones humanas, una realidad que atañe al fondo de mi ser. Hablando con estas personas tendríamos que ir hasta el fondo de la cuestión: ¿Qué es la Iglesia? (...) ¿Por qué estoy en ella aunque haya escándalos y miserias humanas   terribles? De este modo renovaríamos la conciencia del carácter específico del ser Iglesia (...) que es Pueblo de Dios, aprenderíamos, soportaríamos también los escándalos y los combatiríamos desde dentro, en esta gran red del Señor”.  

Unidad fundamental con los evangélicos

  A la pregunta sobre los grupos que, en distintos países, se han manifestado contrarios a sus visitas, Benedicto XVI respondió: “Ante todo, diría que es normal que en una sociedad libre y en un tiempo secularizado, haya quien se oponga a una visita del Papa. Es también justo –respeto a todos- que expresen esta contrariedad: forma parte de nuestra libertad y debemos ser conscientes de que el secularismo y la oposición al catolicismo son fuertes en nuestra sociedad. Y cuando estas oposiciones se manifiestan de modo civil, no hay nada que decir en contra”

  “Por otra parte, es también cierto que hay mucha expectación y mucho amor por el Papa (…) así como un gran consenso hacia la fe católica, una creciente convicción de que necesitamos una fuerza moral y una presencia de Dios en nuestro tiempo. Así, sé que junto a la oposición –que encuentro natural y que es algo que hay que esperarse- existe también tanta gente que me aguarda con alegría, que espera una fiesta de la fe (…) Por eso voy con gozo a mi Alemania natal y soy feliz llevando el mensaje de Cristo a mi tierra”.

  Por último, Benedicto XVI fue interrogado sobre su intención y expectativas ante el encuentro con los representantes de la Iglesia Evangélica. “Cuando acepté la invitación a realizar este viaje –respondió el Papa- era evidente para mí que el ecumenismo con nuestros amigos evangélicos debía ser un punto central. Vivimos en un tiempo de secularismo, como ya he dicho, en el que los cristianos juntos tienen la misión de hacer presente el mensaje de Dios. (…) Por eso, que los católicos y los evangélicos se reúnan es un elemento fundamental para nuestro tiempo; incluso si institucionalmente no estamos perfectamente unidos, incluso si aún hay grandes problemas, estamos unidos en el fundamento de la fe en Cristo, en Dios Trinitario y en el hombre como imagen de Dios. Y mostrar al mundo y profundizar esa unidad es esencial en este momento histórico”.

  “Por eso –concluyó el Pontífice- estoy muy agradecido a nuestros amigos, hermanos y hermanas protestantes, que han hecho posible un signo muy significativo: el encuentro en el monasterio donde Lutero inició su camino teológico, la oración (…) y el hablar juntos sobre nuestra responsabilidad de cristianos hoy. Soy muy feliz por poder mostrar así esta unidad fundamental: que somos hermanos y hermanas y trabajamos juntos por el bien de la humanidad, anunciando el gozoso mensaje de Cristo, del Dios que tiene un rostro humano y habla con nosotros”.
PV-ALEMANIA/         VIS 23110923 (970)

RESPONSABILIDAD ANTE DIOS Y RECONOCIMIENTO DE LA DIGNIDAD HUMANA, FUNDAMENTOS COMUNES DEL DERECHO


CIUDAD DEL VATICANO, 22 SEP 2011 (VIS).-A las 16.15, el Santo Padre se desplazó desde la Nunciatura Apostólica al Reichstag, donde fue acogido por el presidente del Parlamento Federal alemán. Allí mantuvo un breve encuentro con las cinco mayores autoridades federales: el Presidente, la Canciller, el Presidente del Bundestag, la del Bundesrat y el del Tribunal Constitucional Federal. Asimismo, saludó a los presidentes de los grupos parlamentarios. Seguidamente, fue acompañado al Aula del Parlamento para escuchar las palabras del Presidente del Bundestag, Norbert Lammert.

 En su discurso ante el Parlamento, Benedicto XVI afirmó que la política “debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones de fondo para la paz”. Un político puede buscar el éxito porque posibilita la acción política efectiva. Pero el éxito ha de estar subordinado “al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho”; de lo contrario, “el éxito puede constituir una seducción que abra el camino a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia”.

 En este sentido, el Papa recordó que los alemanes han experimentado lo que sucede cuando se escinden el poder y el derecho, y el primero pisotea el segundo: “El Estado (…) se había convertido en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar al mundo entero y empujarlo hasta el borde del abismo”.

 Es por ello que “servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político”, especialmente en el momento actual. El problema es, entonces, cómo reconocer qué es lo justo. Para Benedicto XVI, “en las cuestiones fundamentales del derecho, en las que está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad” el recurso a la voluntad de la mayoría no basta. “Basándose en esta convicción –dijo el Papa- los combatientes de la resistencia reaccionaron contra el régimen nazi y contra otros regímenes totalitarios, prestando así un servicio al derecho y a la humanidad”. Para estas personas era obvio que la legislación vigente “era, en realidad, una injusticia”.

Recuperar el patrimonio cultural de Europa

 Sin embargo, por lo que se refiere a las cuestiones fundamentales antropológicas, hoy día no es evidente qué es lo justo y, por tanto, qué puede convertirse en derecho vigente.
En este punto, el Santo Padre recordó que en la historia, los ordenamientos jurídicos han estado casi siempre motivados por la religión. El cristianismo, en cambio, ha puesto la fuente del derecho en la naturaleza y la razón: “Para el desarrollo del derecho y de la humanidad, ha sido decisivo que los teólogos cristianos tomaran posición contra el derecho religioso, exigido por la fe en las divinidades, y se pusieran de parte de la filosofía, reconociendo como fuente jurídica válida para todos la razón y la naturaleza en su mutua relación”.

 Con ello, la cuestión sobre los fundamentos de la legislación estuvo clara hasta la Declaración de los Derechos Humanos después de la segunda guerra mundial. Pero en el último medio siglo, afirmó el Pontífice, “ha tenido lugar un dramático cambio en la situación. La idea del derecho natural se considera hoy una doctrina católica más bien singular”, debido al predominio de la concepción positivista de la naturaleza y de la razón.

 “Una concepción positivista de la naturaleza, que la comprende de modo puramente funcional (…) no puede tender ningún puente hacia el ‘ethos’ y el derecho (…) Lo mismo vale para la razón en una visión positivista (…) en la que lo que no es verificable, no entra en el ámbito de la razón. (…) Por ello, ‘ethos’ y religión se deben reducir al ámbito de lo subjetivo. (…) Esta es una situación dramática que interesa a todos y sobre la que es necesaria una discusión pública. Invitar urgentemente a ella es una intención esencial de este discurso”.

  Benedicto XVI continuó asegurando que la visión positivista del mundo “es, en su conjunto, una parte grandiosa del conocimiento humano (…) a la que no debemos renunciar”. Pero “cuando la razón positivista se considera la única cultura suficiente, (…) reduce al hombre, es más, amenaza su humanidad. Lo digo especialmente con referencia a Europa, donde vastos ambientes intentan reconocer únicamente el positivismo como cultura común y como fundamento común para la formación del derecho, mientras que las demás convicciones y valores de nuestra cultura quedan reducidos al nivel de una subcultura. Con ello, Europa queda, frente a otras culturas del mundo, en una condición de falta de cultura, y se suscitan, al mismo tiempo, corrientes extremistas y radicales”.

 De ahí la urgencia de que la razón y la naturaleza reencuentren su grandeza y aparezcan de nuevo “en su verdadera profundidad, con sus exigencias y sus indicaciones”.  El Pontífice aseguró que “debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder coherentemente”, teniendo en cuenta que “también el hombre posee una naturaleza que ha de respetar y que no puede manipular a su antojo.  (…) El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también es naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta, y cuando se acepta a sí mismo como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo. Así y solamente así se realiza la verdadera libertad humana”.

 El patrimonio cultural de Europa puede ser una ayuda fundamental, ya que “sobre la base de la convicción acerca de la existencia de un Dios creador se han desarrollado la idea de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la conciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por sus acciones”.

 “Estos conocimientos (…) constituyen nuestra memoria cultural. (…) La cultura europea nació (…) del encuentro entre la fe en Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. (…) En la conciencia de la responsabilidad del hombre ante Dios y en el reconocimiento de la dignidad inviolable del hombre, de cada hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho; defenderlos es nuestro deber en este momento histórico”.

  Tras finalizar su discurso, Benedicto XVI se retiró privadamente durante algunos minutos en espera del sucesivo encuentro con miembros de la comunidad hebrea.
PV-ALEMANIA/         VIS 23110923 (1000)

BENEDICTO XVI RECUERDA LA SHOAH Y SUBRAYA LA CERCANIA DE TODA LA IGLESIA CON EL PUEBLO JUDIO


CIUDAD DEL VATICANO, 23 SEP 2011 (VIS).- A las 17,15 de ayer jueves, Benedicto XVI  se encontró con 15 representantes de la comunidad judía de Alemania  que preside Dieter Graumann y recordó en primer lugar la visita que efectuó el 19 de agosto de 2005 a la sinagoga de Colonia, en la que el rabino Teitelbaum habló de la memoria como “una de las columnas necesarias para asentar sobre ellas un futuro pacífico”.

 “Hoy –dijo el Papa-  estoy en un lugar central de la memoria, de una memoria aterradora: desde aquí se proyectó y organizó la Shoah,  la eliminación de los ciudadanos judíos de Europa. Antes del terror nazi vivían  en Alemania  alrededor de medio millón de judíos que constituían un ingrediente estable de la sociedad alemana. Después de la Segunda Guerra Mundial, Alemania fue  considerada  como la ‘Tierra de la  Shoah’ en la que ya no se podía vivir. Al principio  casi no había esfuerzos  para restablecer las antiguas  comunidades judías (...) Muchos  querían emigrar y construir una nueva vida, especialmente en los Estados Unidos o Israel”.

 “En este lugar, también hay que traer a  la memoria el pogromo de la “Noche de los cristales”, del 9 al 10 de noviembre de 1938. Pocos percibieron la magnitud de este acto de desprecio humano como el deán  de la catedral de Berlín, Bernhard Lichtenberg, quien, desde el púlpito de la catedral de Santa Eduvigis , gritó: ‘Fuera el Templo está en llamas y es también una casa de Dios’.  El régimen de terror del nacionalsocialismo  se basaba en un mito racista, que incluía el rechazo del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, del Dios de Jesucristo y de los que creían en Él. El ‘omnipotente’ Adolf Hitler era un ídolo pagano, que quería sustituir al Dios bíblico, Creador y Padre de todos los seres humanos. Cuando no se respeta a este Dios único, se pierde también el respeto por la dignidad del hombre. Las horribles imágenes de los campos de concentración al final de la guerra mostraron de lo que puede ser capaz el hombre que rechaza a Dios y el rostro que puede asumir un pueblo en el “no” a ese Dios.

  El Santo Padre manifestó a continuación gratitud porque, a pesar de esa memoria, desde hace unos años hay un nuevo florecimiento de la vida judía en Alemania y porque esa comunidad ha sido muy activa en la integración de los inmigrantes de Europa del Este.

  “La Iglesia siente una gran cercanía con el  pueblo judío” afirmó, citando la Declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II con la que “se comenzó a recorrer un camino irrevocable  de diálogo la fraternidad y  amistad’ que  “se aplica a toda la Iglesia católica’ y obviamente  a “la Iglesia católica en Alemania que es muy consciente de su responsabilidad en esta materia”.  A continuación el Papa enumeró las diversas iniciativas para afianzar la colaboración entre cristianos y judíos, como las “Semanas de la fraternidad” o el “Foro de judíos y cristianos”, así como el histórico encuentro para el diálogo presidido en 2006 por el cardenal Walter Kasper.

  “Los cristianos debemos también darnos cuenta cada vez más de nuestra afinidad interior con el judaísmo –observó-  Para los cristianos no puede haber una fractura en el evento salvífico. La salvación viene, precisamente, de los judíos. Cuando el conflicto de Jesús con el judaísmo de su tiempo se ve  de manera  superficial, como una ruptura con  la Antigua Alianza, se acaba reduciéndolo a una idea de  liberación que  considera la Torá solamente como la observancia servil de unos  ritos y prescripciones  exteriores. Sin embargo, el Sermón de la Montaña no deroga  la Ley mosaica, sino que desvela  sus recónditas posibilidades y hace surgir nuevas exigencias; nos reenvía al fundamento más profundo del obrar  humano, al corazón, donde se elige entre lo puro y lo impuro, donde germina la fe, la esperanza y la caridad”.

  “El mensaje de esperanza, que transmiten los libros de la Biblia hebrea y del Antiguo Testamento cristiano ha sido asimilado y desarrollado  por los judíos y los cristianos. De modo distinto. ‘Después de siglos de contraposición, reconozcamos como tarea nuestra el esfuerzo para  que estos dos modos de la nueva lectura de los escritos bíblicos- la cristiana y la judía- entren en diálogo entre sí  para comprender rectamente la voluntad y la palabra de Dios’. En una sociedad cada vez más secularizada este diálogo debe fortalecer la esperanza común en Dio. Sin esta esperanza, la sociedad pierde su humanidad”, concluyó el pontífice.

   Terminado el encuentro con los representantes de la Comunidad Judía, el Papa se trasladó en automóvil al Olympistadion para celebrara la Santa Misa.
BXVI-ALEMANIA/        VIS 20110923 (790)

QUIEN CREE EN CRISTO TIENE FUTURO

CIUDAD DEL VATICANO, 22 SEP 2011 (VIS).-A las seis de la tarde, el Papa Benedicto XVI llegó en coche al Olympiastadion de Berlín para celebrar la Santa Misa ante un gran número de fieles alemanes y peregrinos provenientes de países vecinos. Hace quince años, el Beato Juan Pablo II presidió en este mismo lugar la beatificación de Karl Leisner y Bernhard Lichtenberg.

 El Santo Padre glosó en su homilía la parábola de la vid y los sarmientos del Evangelio de hoy, y explicó que cuando Jesús afirma “Yo soy la verdadera vid”, “significa en realidad propiamente: ‘Yo soy vosotros y vosotros sois yo’; una identificación inaudita del Señor con nosotros, su Iglesia. (…) En este mundo, Él continúa viviendo en su Iglesia. Él está con nosotros, y nosotros con Él”.

 En la parábola, Cristo asegura que “el Padre es el labrador” que corta los sarmientos secos y poda los que dan fruto para que den más. Esta imagen significa, dijo el Santo Padre, que Dios “quiere darnos vida nueva y llena de fuerza. Cristo ha venido a llamar a los pecadores. Son ellos los que necesitan el médico (…) Y así, como dice el Concilio Vaticano II, la Iglesia es el ‘sacramento universal de salvación’ que existe para los pecadores, para abrirles el camino de la conversión, de la curación y de la vida. Ésta es la verdadera y gran misión de la Iglesia, que le ha sido confiada por Cristo”.

Razones del desencanto ante la Iglesia

 Sin embargo, “algunos miran a la Iglesia quedándose en su apariencia exterior. De este modo, la Iglesia aparece únicamente como una organización más en una sociedad democrática, a tenor de cuyas normas y leyes se juzga y se trata una figura tan difícil de comprender como es la Iglesia. Si a esto se añade también la experiencia dolorosa de que en la Iglesia hay peces buenos y malos, grano y cizaña, y si la mirada se fija sólo en las cosas negativas, entonces ya no se revela el misterio grande y profundo de la Iglesia”.

 “Por tanto, ya no brota alegría alguna por el hecho de pertenecer a esta vid que es la Iglesia. La insatisfacción y el desencanto se difunden si no se realizan las propias ideas superficiales y erróneas acerca de la Iglesia y los ‘ideales sobre la Iglesia’ que cada uno tiene”.

  Más adelante, el Papa explicó que Jesús nos invita a permanecer en El, diciendo que  “como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. (…) Al que no permanece en mí lo tiran fuera como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego”.

 “La opción que se plantea –aseguró Benedicto XVI- nos hace comprender de forma insistente el significado existencial de nuestras decisiones de vida. Al mismo tiempo, la imagen de la vid es un signo de esperanza y confianza. Encarnándose, Cristo mismo ha venido a este mundo para ser nuestro fundamento. En cualquier necesidad. (…) Dios sabe transformar en amor incluso las cosas difíciles y agobiantes de nuestra vida. Lo importante es que ‘permanezcamos’ en la vid, en Cristo”.

 Ello es de especial importancia “en nuestro tiempo de inquietudes e indiferencia, en el que tanta gente pierde el rumbo y el fundamento; en el que la fidelidad del amor en el matrimonio y en la amistad es frágil y efímera (…) El Señor resucitado nos ofrece aquí un refugio, un lugar de luz, de esperanza y confianza, de paz y seguridad. (…) En Cristo hay futuro, vida y alegría”.

 El Papa subrayó que permanecer en Cristo significa “permanecer también en la Iglesia. Toda la comunidad de los creyentes está firmemente unida en Cristo, la vid. (…) En esta comunidad, Él nos sostiene y, al mismo tiempo, todos los miembros se sostienen recíprocamente. (…) Nosotros no creemos solos, sino que creemos con toda la Iglesia”.

  “La Iglesia como mensajera de la Palabra de Dios y dispensadora de los sacramentos nos une a Cristo, la verdadera vid. (…) La Iglesia es el don más bello de Dios. (…) Con la Iglesia y en la Iglesia podemos anunciar a todos los hombres que Cristo es la fuente de la vida, que Él está presente, que Él es la gran realidad que anhelamos. (…) Quien cree en Cristo, tiene futuro. Porque Dios (…) quiere las cosas fecundas y vivas, la vida en abundancia”.

 Para terminar, el Santo Padre expresó su deseo de que los fieles descubran “cada vez más profundamente la alegría de estar unidos a Cristo en la Iglesia, que podáis encontrar en vuestras necesidades consuelo y redención y lleguéis a ser cada vez más el vino delicioso de la alegría y del amor de Cristo para este mundo”.

 Tras la celebración eucarística, Benedicto XVI se trasladó en coche a la Nunciatura Apostólica, donde llegó alrededor de las nueve de la noche.
PV-ALEMANIA/         VIS 23110923 (800)

TESTIMONIO CONJUNTO DE CRISTIANOS Y MUSULMANES EN SECTORES CLAVES DE LA VIDA SOCIAL


CIUDAD DEL VATICANO, 23 SEP 2011 (VIS).- En la nunciatura apostólica de Berlín, el Santo Padre encontró a las 9,00 de la mañana a los representantes de la comunidad musulmana en Alemania que cuenta con unos 4 millones y medio de personas, de las cuales el 70% es de origen turco, mientras el resto procede sobre todo de los países árabes, de los Balcanes e Irán. El 75% de los musulmanes de Alemania es de confesión sunita  y la mezquita más antigua edificada en tierra alemana se encuentra en Berlín.

    En su discurso el Papa recordó que a partir de los  años 70, la presencia de muchas familias musulmanas se había convertido cada vez más en una característica de Alemania  e insistió en el compromiso de fomentar por ambas partes la comprensión y el conocimiento recíprocos, esenciales “no sólo para la convivencia pacífica, sino para  la aportación mutua al bien común de la misma sociedad”.

 “Muchos musulmanes conceden gran importancia a la dimensión religiosa –continuó-  Esto a veces se interpreta como una provocación en una sociedad que tiende a marginar este aspecto o, como máximo, a admitirlo en la esfera  de las decisiones individuales. La Iglesia católica está firmemente comprometida, en que se de  el debido reconocimiento a la dimensión pública de la pertenencia religiosa. Es una exigencia no irrelevante en el contexto de una sociedad pluralista. Sin embargo, hay que cuidar siempre de que se mantenga el respeto hacia el otro. El respeto mutuo crece sólo sobre la base del consenso sobre algunos valores inalienables,  propios de la naturaleza humana, sobre todo la dignidad inviolable de cada persona”.

  “En Alemania - como en muchos otros países, no sólo los occidentales – observó el Santo Padre-  el marco común de referencia es la Constitución, cuyo contenido jurídico es  obligatorio para todos los ciudadanos, sean o no pertenecientes a una confesión religiosa. Por supuesto, el debate sobre la mejor formulación de principios como la libertad de culto público, es amplio y está siempre abierto , pero es significativo que la Ley Fundamental los exprese de modo todavía válido, a distancia de 60 años de su formulación”.

 “Pienso que la razón radica en el hecho de que los padres de la Ley Fundamental eran plenamente conscientes, en aquel momento importante, de  encontrar un terreno sólido, en el que todos los ciudadanos pudieran identificarse. Al hacerlo, no prescindían  de su pertenencia religiosa (...) pero  sabían que tenían  que confrontarse  con personas de  confesión diversa o incluso no religiosos: el terreno común se encuentra en el reconocimiento de algunos  derechos inalienables, que son propios de la naturaleza humana y preceden a cualquier formulación positiva. De ese modo una sociedad sustancialmente homogénea sentó las bases que hoy consideramos válidas para un mundo caracterizado por el pluralismo. Bases que, en realidad, indican  también  los límites evidentes de ese pluralismo:  no es concebible, en efecto, que una sociedad puede mantenerse  a  largo plazo sin un consenso sobre los valores éticos fundamentales”.

   Benedicto XVI resaltó al final de su discurso la posibilidad de una colaboración fructífera entre cristianos y musulmanes a la hora de construir una sociedad, en muchos aspectos, diversa de la del pasado. “Como personas religiosas,  a partir de las convicciones respectivas –dijo- podemos dar un testimonio importante en muchos sectores cruciales de la vida social (..) como la protección de la familia, fundada en el matrimonio, el respeto de la vida en cada fase de su curso natural o la promoción de una justicia social más amplia”.

  Terminado el encuentro el Papa se desplazó al aeropuerto de Berlín donde a las 10,00 se embarcó para trasladarse a Erfurt.
PV-ALEMANIA/        VIS 20110923 (610)

UNA FE PENSADA Y VIVIDA DE MODO NUEVO SALVARA EL CRISTIANISMO


CIUDAD DEL VATICANO, 23 SEP 2011 (VIS).-Después de visitar la catedral de Erfurt, el Santo Padre se desplazó en automóvil hasta el antiguo convento de los Agustinos de la misma ciudad, para mantener un encuentro con el Consejo de la Iglesia Evangélica en Alemania. Dicha Iglesia está formada por la unión de 22 iglesias luteranas y cuenta con más de 24 millones de fieles, el 30% de la población.

  A su llegada, Benedicto XVI fue acogido por el Presidente de la Iglesia Evangélica alemana, el Pastor Nikolaus Schneider, y por la Presidenta de la Iglesia Evangélica de Turingia, Ilse Junkermann, quienes lo acompañaron a la sala capitular, la única del edificio que se ha mantenido intacta desde los tiempos de Lutero.

  El Pontífice expresó su emoción, como Obispo de Roma, por encontrarse en el lugar donde Martín Lutero estudió teología y fue ordenado sacerdote, en 1507. Recordó que “la cuestión de Dios fue la pasión profunda y el centro de la vida y del camino” del monje alemán. La pregunta que estuvo detrás de toda su investigación teológica y de su lucha interior fue:  Cómo puedo tener un Dios misericordioso?

  “No deja de sorprenderme –dijo Benedicto XVI- que esta pregunta haya sido la fuerza motriz de su camino. ¿Quién se ocupa actualmente de esta cuestión, incluso entre los cristianos? (…) La mayor parte de la gente, también de los cristianos, da hoy por descontado que, en último término, Dios no se interesa por nuestros pecados y virtudes”. En la práctica, “casi todos presuponemos que Dios deba ser generoso y, al final, en su misericordia, no tendrá en cuenta nuestras pequeñas faltas”. En este punto, el Pontífice se preguntó si realmente son tan pequeñas como nos parecen, y recordó que actualmente el mundo se destruye “a causa de la corrupción de los grandes, pero también de los pequeños”, a causa del poder de la droga, o de la creciente violencia “que se enmascara a menudo con la apariencia de religiosidad”.

  Asimismo, “si fuese más vivo en nosotros el amor de Dios, y a partir de Él, el amor por el prójimo”, el hambre y la pobreza no podrían devastar zonas enteras del mundo. Por ello, el Papa aseguró que “el mal no es una nimiedad. No podría ser tan poderoso, si nosotros pusiéramos a Dios realmente en el centro de nuestra vida”. Así, la pregunta de Lutero: “¿Cómo se sitúa Dios respecto a mí, cómo me posiciono yo ante Dios?”, cobra de nuevo actualidad, “debe convertirse otra vez, y ciertamente de un modo nuevo, también en una pregunta nuestra. (…) Este Dios tiene un rostro y nos ha hablado en Jesucristo hecho hombre, se hizo uno de nosotros”.

Fe: la fuerza ecuménica más poderosa

  La fe en Cristo es, precisamente, el punto de partida para relanzar el ecumenismo: “Lo más necesario para el ecumenismo es que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo”. En cambio, el gran progreso ecuménico de los últimos decenios ha sido que “nos dimos cuenta de esta comunión y (…) la reconocemos como nuestro fundamento imperecedero”.

    Sin embargo, dos fenómenos ponen actualmente en peligro esta comunión. En primer lugar, “una nueva forma de cristianismo, que se difunde con un inmenso dinamismo misionero, a veces preocupante en sus formas (…) Es un cristianismo de escasa densidad institucional, con poco bagaje racional, menos aún dogmático, y con poca estabilidad”, y ante el cual “las Iglesias confesionales históricas se quedan frecuentemente perplejas”. Este fenómeno mundial “nos sitúa nuevamente ante la pregunta sobre qué es lo que permanece siempre válido y qué puede o debe cambiarse ante la cuestión de nuestra opción fundamental en la fe”.     

  El segundo fenómeno lo constituye “el contexto del mundo secularizado en el cual debemos vivir y dar testimonio hoy de nuestra fe. La ausencia de Dios en nuestra sociedad se nota cada vez más, la historia de su revelación, de la que nos habla la Escritura, parece relegada a un pasado lejano”.

  Por ello, “la fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente. Ahora bien, a ello no ayuda su adulteración, sino vivirla íntegramente en nuestro hoy. Se trata de una tarea ecuménica central. En esto debemos ayudarnos mutuamente, a creer cada vez más viva y profundamente. No serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo. (…) La fe, vivida a partir de lo íntimo de nosotros mismos, en un mundo secularizado, será la fuerza ecuménica más poderosa que nos congregará, guiándonos a la unidad en el único Señor”.

  Al terminar su discurso, Benedicto XVI se dirigió a la iglesia del antiguo convento de los Agustinos para participar en una celebración ecuménica junto a 300 personas, entre ellas representantes de otras iglesias protestantes alemanas.
PV-ALEMANIA/         VIS 23110923 (880)

TAREA COMUN ECUMENICA: DAR TESTIMONIO DEL DIOS VIVO


CIUDAD DEL VATICANO, 23 SEP 2011 (VIS).- A las 12,00 Benedicto XVI participó en la celebración ecuménica en la iglesia del antiguo Convento de los Agustinos de Erfurt. Alrededor de 300 personas asistieron a la ceremonia durante la cual el obispo evangélico Friedrich Weber leyó el Salmo 146  en la traducción alemana de Martin Lutero y la presidenta del Sínodo de la Iglesia Evangélica Alemana, Katrin G. Eickhardt, pronunció un breve saludo.  El Papa rezó la Oración por la Unidad de los Cristianos y el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos leyó la Oración Sacerdotal de Jesús, del Evangelio de San Juan. A continuación el Santo Padre pronunció la homilía de la que ofrecemos amplios extractos:

 “No ruego sólo por éstos sino por los que van a creer en mí por su palabra”. Fueron las palabras que, según el Evangelio de San Juan, Jesús dirigió  Padre en el Cenáculo (...) En esa oración  está el corazón  más profundo de nuestra unidad. Seremos, pues una sola cosa, si nos dejamos llevar por ella”.

  “La oración de Jesús ¿ha quedado desoída? La historia del cristianismo es, por así decirlo, la parte visible de este drama, en  que Cristo lucha y sufre con nosotros, los seres humanos. Una y otra vez  debe soportar el contraste con la unidad, y aun así, siempre de nuevo en Él se cumple la unidad, lo mismo que con  el Dios Trinitario. (...)  Por eso, en un encuentro ecuménico, no debemos lamentar solo las divisiones y las separaciones, sino agradecer a Dios  todos los elementos de unidad que ha conservado para nosotros y que continuamente nos da. Y esta gratitud  debe ser, al mismo tiempo, disponibilidad para no perder la unidad alcanzada  en  un tiempo de tentación y de peligros”.

 “La unidad fundamental consiste en el hecho de que creemos en Dios (...) Que lo profesamos como Dios Trinitario (...) La unidad suprema no es la soledad (...) sino la  unidad a través del amor. Creemos en Dios, en el Dios concreto. Creemos que Dios nos ha hablado y se ha hecho uno de nosotros. Dar testimonio de este Dios vivo es  la tarea común que ahora nos incumbe”.

 “La sed de infinito del ser humano no se puede extirpar (...) Ha sido creado para relacionarse con Dios y lo necesita. Nuestro primer servicio ecuménico, en este tiempo,  debe ser  testimoniar juntos la presencia del Dios vivo y dar así al mundo la respuesta que necesita. Naturalmente, de este testimonio fundamental (...) forma parte de modo absolutamente central, el testimonio de Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, que vivió entre nosotros, padeció y murió por nosotros, y  en su resurrección abrió de par en par las puertas de la muerte. (...) ¡Fortifiquémonos en está fe! ¡Ayudémonos recíprocamente a vivirla! Esta es una gran tarea ecuménica que nos introduce en el corazón de la oración de Jesús”.

 “La seriedad de la fe en Dios se manifiesta en vivir su palabra. En nuestro tiempo, se manifiesta de una forma muy concreta, en el compromiso (...) por el ser humano, que Él quiso a su imagen. Vivimos en un tiempo en que los criterios de la humanidad se han hecho inciertos. La ética se sustituye con el cálculo de las consecuencias. Frente a esto, como cristianos, debemos defender la dignidad inviolable del ser humano, desde la concepción hasta la muerte, desde las cuestiones de la diagnosis previa a su implantación hasta la eutanasia.(...) La fe en Dios debe concretarse en nuestro común trabajo por el hombre. Forman parte de esta tarea no sólo estos criterios fundamentales de humanidad sino, sobre todo y de modo concreto, el amor que Jesús nos ha enseñado en la descripción del Juicio Final: el Dios juez nos juzgará según nos hayamos comportado con nuestro prójimo, con los más pequeños de sus hermanos. La disponibilidad para ayudar en las necesidades actuales, más allá del propio ambiente de vida es una tarea esencial del cristiano”.

   “Esto vale sobre todo en el ámbito de la vida personal de cada uno. Vale también en la comunidad de un pueblo o de un Estado, en la que todos deben hacerse cargo   unos de otros. Vale para nuestro continente, en el que estamos llamados a la solidaridad europea. Y, en fin, vale más allá de todas las fronteras: la caridad cristiana exige hoy también nuestro compromiso por la justicia en el mundo entero”

  “En vísperas de la visita del Papa  se ha hablado varias veces de que se esperaba del huésped un don ecuménico. No es necesario que yo especifique los dones mencionados en tal contexto. A este respecto, quisiera decir que este hecho constituye un malentendido político de la fe y del ecumenismo. Generalmente antes de que  un Jefe de Estado visite un país amigo hay contactos entre las instancias que preparan la estipulación de uno o más acuerdos entre los dos estados: se sopesan  los pros y los contras antes de llegar al compromiso más ventajoso para ambas partes y firmar entonces el tratado. Pero la fe de los cristianos no se basa en sopesar  nuestras ventajas y desventajas. Una fe auto-construida no tiene valor. La fe no es algo que excogitamos o concordamos. Es el fundamento sobre el cual vivimos. La unidad no crece mediante el sopesar  ventajas y desventajas, sino profundizando cada vez más en la fe mediante el pensamiento y la vida.”.

    “Así, en los últimos 50 años, y en particular también gracias a la  visita de Juan Pablo II  hace 30 años se ha acrecentado entre nosotros el entendimiento   (...) Expreso mi vivo agradecimiento a todos aquellos que han trabajado para lograrlo(...) Juntos podemos dar gracias al Señor por el camino de la unidad por el que nos ha conducido, y unirnos con confianza y humildad a su oración: “Haz, que todos seamos uno, como Tú eres uno con el Padre, para que el mundo crea que Él te ha enviado”.

    Después del rezo común del Padre Nuestro, el pastor Nikolaus Schneider, presidente del Sínodo de la Iglesia Evangélica Alemana pronunció la bendición de Arón y el Papa bendijo según la forma trinitaria.
PV-ALEMANIA/        VIS 20110923 (1040)

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